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La elaboración de escobas de soyamiches sigue siendo todo un arte en La Caña

  • Por Diario Objetivo
  • 28/11/2018
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*En la cabecera municipal de Tecpan, la gente no las compra porque prefieren los cepillos de materiales de plástico

Tecpan de Galeana, Gro., 28 de Noviembre de 2018.- La elaboración de escobas de soyamiches sigue siendo todo un arte, así lo aseguró don Antonio Brito Rodríguez, quien es originario y vecino de la comunidad de La Caña, enclavada en la parte media de este municipio de la Costa Grande.

A sus 72 años, don Toño como cariñosamente se le conocen en esta población, es uno de los pocos fabricantes de escobas de soyamiche que hay en Tecpan, un producto que poco a poco desaparece de las casas, desplazado por los cepillos y escobas hechos con materiales sintéticos, que hace más de 20 años, inició con la elaboración de las escobas, las cuales, según recuerda, anteriormente se vendían por montones en los pueblos de la sierra y en la propia cabecera municipal, ya que se trataba de un producto que no podía faltar en las casas.

Según el artesano, a diario fabrica, al menos, cinco docenas de escobas, las cuales vende en 15 pesos cada una, en La Caña o en el pueblo vecino de Santa María, donde por lo general las termina; situación que no sucede en la cabecera municipal, donde la venta es mínima, “porque la gente ya se acostumbró a las escobas y cepillos de materiales de plástico y sintéticos”, aseveró.

El lugar en el que las fabrica es en su casa, ubicada en la comunidad de La Caña, en la parte media de la sierra. Ahí, el hombre se ayuda de un machete filoso, varios carretes de rafia y una silla, donde se sienta a elaborar cada escoba ayudado también por sus pies y su habilidad para hacer nudos, los cuales, según dijo, los aprendió de su suegro.

Después de cortar las palmas de soyamiche, las acomoda en el patio para que se asoleen por dos o tres días. En ese tiempo, se va al cerro a buscar ramas o palos de cualquier tipo de árbol, “de preferencia de cuaulote que es el que aguanta más”, para pelarlo con el machete y dejar listos los cabos.

Con la vista clavada en las decenas de palmas acomodadas en el suelo, de pronto toma cinco, las más amarillas, las verdes todavía tienen agua. El manojo lo toma con una mano y en la otra uno de los palos ya pelados, los lleva a donde está su silla, señal de que una nueva escoba será fabricada.

La elaboración es todo un arte, aseguró. Se debe tener visión para saber cuál de las palmas hay que usar, después, iniciar con el amarrado con la rafia. Mientras trabaja usa manos y pies para acomodar las palmas en el palo de madera y unirla con la rafia amarilla. El punto final es el corte de los sobrantes tanto en la parte final de la escoba como en el agarre del palo, la escoba quedó lista en 15 minutos. (Por Pedro Patricio Antolino)

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