Editorial
Nuestros líderes políticos nos llevan en picada al precipicio y no es posible que hagan oídos sordos a los reclamos de los mexicanos, que ya estamos hartos de su desfachatez. La corrupción se debe empezar a reducir a partir del ejemplo de nuestro Presidente, el cual, además de ser un ejemplo de rectitud, debe tener el carácter suficiente para imponerla a sus subordinados y ser ejemplo viviente para la ciudadanía. Por lo tanto, no podemos esperar que, en los próximos tres años, por lo menos, se haga otra cosa que simulación a base de leyes y reglamentos que no se respetarán sobre todo por los funcionarios públicos, los cuales han demostrado mucho cinismo y que la impunidad los protege. Para la clase política es más divertido viajar, atender toda clase de eventos insustanciales e inaugurar obras públicas sin terminar y que, posteriormente, serán abandonadas, que preocuparse en procurar seguridad, justicia, educación, empleo y mejoría de la calidad de vida de la población de este país.
