Editorial
En plena contingencia sanitaria por el coronavirus, es una incongruencia que en el mundo exista hambruna cuando miles de millones de comida se desperdician diariamente, o cuando hay cientos de personas que sufren obesidad o se someten a dietas. Esto nos indica que no hay hambruna, sino una falta de equidad en la distribución de alimentos. Ojala la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), actúen pronto con contundencia en apoyo a las regiones del mundo azotadas por la falta de alimentos. La idea consiste en recolectar sistemáticamente los desperdicios y sobrantes consumibles de restaurantes y supermercados de los países desarrollados para que éstos sean transformados en un amasijo, higienizados y enviados congelados por los medios adecuados para alimentar a los desesperados habitantes de las poblaciones de las múltiples zonas en desgracia en su economía, por no poder salir a trabajar por la pandemia.