Por César González Guerrero
A mis estimados lectores, familiares y amistades, donde quiera que se encuentren, solos o acompañados, les expreso, en nombre propio y de mi familia, los mejores deseos para que esta Noche Buena y Navidad, sean momentos de felicidad, armonía, amor y paz. ¡¡Feliz Navidad!!
Es a partir del siglo IV, con el reconocimiento del Cristianismo en el Imperio Romano, cuando se fija el 25 de diciembre como la fecha de la celebración del Nacimiento del Niño Jesús, hace más de 2 mil años. Acontecimiento que se ha convertido en uno de los eventos más importantes de la historia universal y que en México se festeja con todo respeto y devoción.
Para quienes nos ubicamos en la época de los años 1950-1980 y somos originarios de pueblos del área rural, considero propicia la ocasión para recordar y reflexionar acerca de la celebración de esta importante fecha, partiendo de nuestras experiencias desde la infancia hasta los momentos difíciles que vivimos como estudiantes, fuera de nuestro terruño Copala, pueblo de la Costa Chica y que la mayoría a pesar de todo, aun disfrutamos de la vida.
En mi tierra Copala, fue en los años 1940-1960 cuando su población estimada en menos de 5 mil habitantes, muy escasas familias conocían este hecho histórico y cuando algunas inician en sus hogares la celebración de esta fecha; entre otras recordamos a quienes eran nuestros inolvidables vecinos como: la familia del Dr. Aniceto Figueroa Dimayuga y su esposa Rosita; la familia del también Dr. Jesús Gutiérrez Tenorio y su esposa Leticia; la familia de Don Joaquín De la Rosa Ávila y su esposa Agustina; la familia de Don “Chon” Gutiérrez y su esposa; la familia de mis padrinos Ismael Peláez y su esposa Leodegaria; la familia de Don Félix Coronel y su esposa Beatriz; la familia de Doña Ciria Suastegui, entre otras más que escapan a mi memoria. Ellas fueron quienes colocaron los primeros nacimientos para “acostar al niño” y que para mí son inolvidables, influenciados por la cultura católica de Chilapa.
Muy pocos fuimos los afortunados en visitar sus Nacimientos hermosos, naturales y por supuesto asombrados disfrutamos de un ambiente totalmente desconocido para muchos. Ahí recibimos por vez primera el agradable olor del heno, conocimos las figuras tradicionales que conforman el Nacimiento, recibimos los regalos de golosinas envueltos en bolsitas de papel hoy llamados aguinaldos, etc.
Para los años 1970 y 1980 con el apoyo de los medios de difusión, se incrementa la celebración de la denominada fiesta de la Navidad, ahora con la presencia del personaje más famoso llamado Santa Clos, la era de los grandes regalos, la colocación de iluminación artificial, los súper arreglos del hogar, la realización de cenas, el consumo de bebidas alcohólicas, los estrenos de todo, las interminables fiestas, etc. Toda una serie de aspectos, resultado de la época de la ciencia, la tecnología y el consumismo.
Atrás quedaron los tiempos de nuestra infancia, desde los 6 años de edad hasta los 11, cuando aún no conocíamos y tampoco comprendíamos el significado de las fiestas decembrinas; sí disfrutamos un poco de las posadas con sus piñatas convocados por las personas encargadas de la “doctrina” en la Iglesia del pueblo. Sí se organizaban los grupos de Pastores que danzaban en el día y en la noche del 24 en las calles y que nos deleitaban con sus ritmos y canticos eclesiásticos. Recuerdo a algunas de las entusiastas encargadas de estas danzas que para mí son inolvidables: “ma Coya” García, “ma Toya” Castañeda, “ma Monche” García, a quienes varios, yo incluido, debemos lo aprendido en materia religiosa.
Como en todos los pueblos de la Costa Chica y tal vez de Guerrero, y por supuesto de Copala, regularmente nos reunían en los patios de la iglesia para realizar el adoctrinamiento y a la vez integrar los grupos de danzantes. No tuve la oportunidad de participar como danzante pero si como uno de los más felices observares de la danza de los Pastores, al compás de la música interpretada por los mejores violinistas de Copala “Pa Chempito” Suastegui y “Pa Peche” García. De ahí a “acostar” al Niñito Dios, y luego a dormir. No había cena mucho menos fiesta para una celebración digna. La Noche Buena y Navidad pasaban desapercibida para la familia.
De 1967 a 1977, en nuestra época de estudiante de Secundaria en Acapulco, Vocacional y Superior en la Ciudad de México, el mes más esperado fue Diciembre por la sencilla razón de asistir a los bailes más famosos y populares: de Navidad y Año Nuevo. Una mínima cantidad de familias acostumbraban la Cena Familiar y la mayoría hizo costumbre asistir a estos bailes, donde familias completas ocupaban sus “reservados” en la cancha municipal.
Desde el mes de noviembre esperábamos ansiosos el período vacacional para abordar los autobuses flecha verde y después flecha roja, y no importando el viaje de dos horas en autobús “parados” desde Acapulco. O el viaje de más de 8 horas, de la misma forma, “parados” y a veces “tirados” en el piso del autobús, para llegar a nuestro pueblo lo más pronto posible y así disfrutar del baile popular de Navidad. Fueron otros tiempos y otros momentos que no se volverán a repetir.
A propósito deseo expresar mi Reconocimiento y creo de la población de Costa Chica, al Gobernador del Estado Héctor Astudillo Flores por atender y resolver el problema con la Comisión Federal de Electricidad. Sin duda, son acciones que se deben reconocer y agradecer.
También deseo agradecer a mi estimado amigo Pepe Figueroa Galeana y a mi tía la profesora Lucia González Castañeda, sus aportaciones para la elaboración del presente texto.