Por Julio Cesar Cortez Jaimes
«Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio» Charles Darwin.
Esta frase atribuida a Charles Darwin, probablemente obtenida de su obra “el origen de las especies” nos trasfiere a las condiciones actuales de sobrevivencia de la humanidad en la que no tan solo es necesario adaptarse a los cambios (ya sea de tipo económico, político, social, cultural o climático) sino que además, necesitamos prepararnos para enfrentar los problemas de salud presentes y futuros que pondrán en jaque a cualquier sistema de salud principalmente en los países en vías de desarrollo. Por lo tanto, la tarea es urgente tanto para gobierno y sociedad en su conjunto: educar y preparar a la humanidad para enfrentar los retos que ocasionarán los problemas de salud y el deterioro ambiental.
Cualquiera que lea este artículo seguramente me hará el calificativo de alarmista y tal vez podría recibir las críticas de quienes no estuvieran de acuerdo con lo aquí expuesto o quizá de hincapié a una interpretación apocalíptica de lo que sucede y basándose en los textos bíblicos, se produzca una afirmación lógica de que se acerca el final de la humanidad. Por supuesto que asumo con mucho respeto cualquier teoría o creencia religiosa. Lo cierto es que la preocupación es constante de lo que está ocurriendo en la salud y el medio ambiente.
La historia de la humanidad está ligada al desarrollo del hombre y su entorno. Este desarrollo alcanzado hoy en día, no se ha traducido ni en bienestar para la salud, ni en bienestar para su entorno, lo que implica que salud y medio ambiente son temas ligados a los modelos de desarrollo hasta hoy alcanzado, impuesto por la globalización. El detrimento del medio ambiente y la amenaza latente de especies de plantas y animales que se encuentran en peligro de extensión incluye al hombre mismo. Esa es la gran advertencia para la humanidad. Parecería que con el siglo XXI, entramos en una crisis de la humanidad o quizá desde un punto de vista propositivo, signifique un proceso de adaptación a los cambios en salud y medio ambiente que se han ido modificando por la actividad del hombre.
En efecto, los problemas del medio ambiente también se expresan en un deterioro en la salud que, a decir de expertos, ya existe una repercusión seria en la salud humana y señalan que a nivel mundial las principales áreas como la regulación del clima, de la calidad del aire, la regulación en purificación del agua, las enfermedades y los desastres naturales sufren un deterioro cada vez mayor.
El crecimiento económico de las grandes potencias mundiales como Estados Unidos, China, la India o Japón, demandan una mayor cantidad de energía y recursos naturales, lo que provoca que sus grandes empresas ejerzan una mayor presión a la naturaleza para obtenerlos.
Ya Carlos Marx asumía que “el capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y el ser humano”. Vivimos en un mundo globalizado producto de la dinámica capitalista, en donde impera el círculo vicioso de la acumulación económica y de grandes capitales de unos pocos a costa de la pobreza del resto de la humanidad, de la destrucción del medio ambiente y en detrimento de la salud. Las grandes industrias farmacéuticas lo que hacen es introducir al mercado medicamentos que sirven como paliativos para controlar los problemas que ocasionan las enfermedades crónico-degenerativas como por ejemplo la diabetes o la hipertensión arterial, puesto que encontrar una cura definitiva, terminaría con el negocio y la fuente de sus ganancias.
En este sentido, se observa que en países subdesarrollados, existen muy arraigados los modelos de desarrollo que se vinculan a procesos culturales homogéneos que se orientan a exportar patrones de consumo insostenibles que caracterizan a las sociedades económicamente desarrolladas y que son elementos que provocan la problemática ambiental, de ahí que sea importante y fundamental atender de inmediato el problema del crecimiento poblacional, la demanda energética, el cambio climático, la escasez de recursos y del agua, y el manejo de residuos.
Desde el siglo pasado en la década de los 60´s, se ha puesto en debate el tema del deterioro del medioambiente. Por ejemplo, la bióloga Rachel Carson en su libro de “La Primavera Silenciosa” publicado en 1962, alertaba de los peligros que implicaba para la salud humana, la agricultura basada en agroquímicos, pesticidas y fungicidas. Tal vez el efecto es muy alarmante, sin embargo, hoy en día encontramos enfermedades muy frecuentes en la población sobre todo en aquellos países pobres. Por ejemplo, la Diabetes mellitus (provocada por el sobrepeso y la obesidad), hipertensión arterial sistémica, VIH, Influenza, distintos tipos de cáncer, enfermedades cardiovasculares: aneurisma, arterioesclerosis, accidente cerebro-vascular (apoplejía), enfermedades cerebro-vasculares, insuficiencia cardíaca congestiva, enfermedad de la arteria coronaria, infarto agudo de miocardio (ataque de corazón), enfermedad vascular periférica, etcétera.
Entonces, el problema de la salud se convierte cada día en un asunto extremadamente complicado ya que en la mayoría de los países que enfrentan a las enfermedades crónico-degenerativas han debilitado su capacidad de respuesta debido a la crisis económica que enfrentan, en este sentido, los expertos alertan que en los próximos 20 años, el sistema de salud de los países pobres o en vías de desarrollo, tendrán que atender una población que además de haber envejecido, presentará grandes índices de enfermos crónicos que demandarán tratamientos costosos y prolongados, que pondrán a prueba la capacidad de sus gobiernos para generar políticas que disminuyan el rezago en salud pública.
Poco se ha hecho para remediar y abatir estos problemas en el mundo. En Latinoamérica países como Cuba, Chile, Argentina y Brasil, han tomado decisiones importantes con respecto al problema de educación para la salud y educación ambiental, pues consideran temas íntimamente ligados dado que la globalización de la economía está asociada a modelos de desarrollo que provocan el deterioro de los ecosistemas y la pérdida de la biodiversidad, así como la injusta distribución de las riquezas y por consiguiente el aumento de la pobreza.
La población mundial según el último informe demográfico de las Naciones Unidas se sitúa en una cifra superior a los 7,550 millones de personas y se espera que para el año 2050 la cifra alcance los 11,000 millones, lo cual implica que habrá una mayor demanda en cantidad y calidad de alimentos y energía. Esto provocará de inmediato una mayor presión sobre los recursos naturales ocasionando mayor deterioro ambiental. El detrimento del medio ambiente y el daño ocasionado a la agricultura, mantiene actualmente un poco más del 20% de las tierras en el mundo inutilizables o improductivas. Se prevé un perjuicio mayor en los próximos 20 años. Esta situación ha puesto en graves aprietos a los gobiernos de muchos países, ya que el deterioro ambiental y la producción alimentaria los tiene en jaque. Y entonces la gran disyuntiva alarma a cualquiera: alimentar al mundo o proteger el medio ambiente.
Este panorama sitúa a la educación como una premisa de importancia significativa para lograr los procesos de cambio y la coloca como un elemento estratégico, que deben orientar a la humanidad hacia un sistema de relaciones que busque y establezca la armonía entre la sociedad y la naturaleza, que permitan el tránsito hacia niveles de desarrollo sustentables y sostenibles que propicien una calidad de vida decorosa, saludable y equitativa para la sociedad mundial en su conjunto, de tal manera que la educación ambiental adquiere un significado valioso para el ser humano, puedo asegurar sin temor a equivocarme que es la única vía segura y legítima para la evolución de los futuros ciudadanos, educarlos con valores, creencias y actitudes ambientales positivos, que sirvan como base para el correcto cuidado y administración de los recursos naturales.
La educación se está convirtiendo en un componente cada vez más importante de los programas de la educación ambiental a escala mundial, en este sentido, la educación para la salud tiene su principal función en promover estilos de vida saludables, con un sentido positivo de ayuda que impuse a las personas a participar y gestionar su propia salud y así poder desarrollarse en un proceso de salud integral, por lo tanto, la educación debe contribuir a la sensibilización, reflexión y acción de la comunidad nacional e internacional, frente a los actuales desafíos ambientales y de cuidados a la salud.
Agradezco sus comentarios a: juliocesarcj@gmail.com