Editorial
Es evidente que el pedazo de tierra que un día miles de familias adquirieron en un contrato de compra-venta en barrancas, reservas ecológicas, laderas, arroyos o cualquier zona de alto riesgo, nunca ha sido apto para construir viviendas. Sin embargo, en Guerrero son comunes estas prácticas ya que resulta un negocio redondo. Recordemos que las barrancas son zonas federales que no debieron de haberse invadido, ni debieron haber autorizado construcciones, esta práctica se ha convertido en “negocio” de unos cuantos líderes paracaidistas. Tan solo basta citar que durante la tormenta “Manuel” y el huracán “Ingrid” en Chilpancingo, el gobierno reubicó a cientos de familias que habitaban en los márgenes del Ríos Huacapa y resultaron damnificados, les dieron terrenos y casas en El Mirador, aunque varios las vendieron y volvieron a regresar a las barrancas por apoyos económicos la cual se ha vuelto una práctica, su “modus vivendi”, y lamentablemente las autoridades se han mostrado complacientes.
