Editorial
Es preocupante que estemos perdiendo nuestra capacidad de asombro por las atrocidades que se cometen cada día en este país. Cuando vemos los videos que circulan en redes sociales de asaltos a urvans en las rutas de la Ciudad de México, nos preguntamos qué más va a seguir pasando en esta sociedad, y hasta qué grado. Para esos desgraciados no existe el respeto a la propiedad ni a la vida ni a la integridad de las mujeres y hombres que despojaron de sus pertenencias. Para las autoridades no hay la premura de auxiliar a las víctimas. Aparte, de seguro habrá impunidad para los delincuentes, que saben de antemano que no les harán nada, pues nuestros sistemas de justicia sólo funcionan para proteger a malhechores. Solo nos queda esperar que nobles instituciones como los medios de información, las televisoras y las autoridades pongan un remedio drástico ¡ya!, que de alguna manera colaboren para desterrar estos extremos. No podemos permitir la indefensión de las víctimas a ese grado en que unos desalmados carecen de principios y pueden hacer lo que quieran. Ellos sí tienen derechos; las víctimas, parece que no.
