Editorial
La defensa de los gobernadores y funcionarios federales en turno a las deficiencias de sus administraciones públicas, exhibidas en medios de comunicación, es que no se cuenta lo bueno, y solo se publica lo malo. El problema es que las cosas buenas se cuentan con los dedos de las manos y las malas ocurren a diario y se cuentan por miles. Que se lo cuenten los padres de millones de niños que están perdiendo la oportunidad de un buen futuro por culpa de los miles de horas perdidas de estudios por el mal manejo de la pandemia. Que le cuenten los millones de pobres que cada día que pasa son más pobres. O las amas de casa que sienten como, cada día, sus ingresos les alcanzan para comprar menos que el mes anterior, porque la mentira de la baja inflación no se refleja en sus bolsillos. O los que constantemente nos sentimos desamparados y observando con angustia la ineptitud, incapacidad y cobardía de las autoridades que actúan con toda complacencia a favor de los malos y en contra de los buenos. O quizás se refieren, a lo bueno que debe de ser para todos los funcionarios corruptos haberse enriquecido descaradamente.
