Por César González Guerrero
Si de por sí el trabajo es el factor económico que crea valor a las cosas, el trabajo como tal es y ha sido significativo, dignificante, formativo, saludable, gratificante y agradable. Y si es el trabajo en el campo adquiere un valor mucho más profundo, se puede decir filosóficamente, que es la expresión humana de mayor interés universal.
Quizá por ello la frase: «…si no trabajas, no comes …» o la máxima bíblica «…ganarás el pan con el sudor de tu frente …», nos ilustran la importancia del trabajo.
Como sea, el trabajo del hombre o de la mujer, siendo honesto, responsable y creativo servirá para el desarrollo personal, familiar y mundial.
Esta demostrado históricamente que solo así se lograrán avances y progreso en todo.
La experiencia de quienes nos antecedieron, desde el origen del hombre, así lo dicen. Hay varios textos al respecto.
Quienes nacimos y trabajamos en el campo o la ciudad sabemos de ello, y más los campesinos. Que por cierto a veces saben más que aquellos estudiosos de los problemas del campo. Sin que nadie se ofenda. Pero no lo digo yo. Lo dicen los propios campesinos y lo aceptan algunos profesionales especialistas en el tema agropecuario honestos.
Ya entrando en materia, hasta 1960, la mayoría de la población mexicana aún se concentraba en el área rural. Y hasta esa fecha siempre fue generosa y productiva. Ya después con la llegada de las nuevas políticas de apoyo al campo con fertilizantes, insecticidas, herbicidas y etc., la tierra se opuso a ello y empezaron los problemas que hasta ahora nadie puede solucionar: alcanzar la autosuficiencia alimentaria y exportación de excedentes alimenticios.
Después de los años 70, 80 y 90 el trabajo del campo deja de ser benéfico para las familias campesinas. Y con ello se incrementan año con año, las incidencias delictivas. Uno por que el producto del trabajo del campo no tiene precio, menos mercado. Segundo por que las erróneas políticas públicas de la dádiva al desempleado campesino, promueven más aún la dependencia del recurso del gobierno. Conste que no estamos en contra de los apoyos a los campesinos. Estamos en contra de las políticas Públicas mal aplicadas por aquellos funcionarios que no conocen las necesidades del trabajador del campo.
El campo si produce, pero con políticas públicas aplicables a una realidad específica honesta. Con mucha responsabilidad.
Ejemplo, el campesino del Sur es diferente al del México del Norte y del Centro del país. En consecuencia, sus necesidades requieren de apoyos especiales. Mientras en el Sur siguen utilizando herramientas anticuadas como el machete, la tarecua, espeque, arado, carretilla, pala, barreta, pico, pozero, alambre de púas, bombas de gasolina a falta de energía eléctrica, etcétera, en otros estados de la república ya esos instrumentos de labranza han pasado a la historia…y por ello su productividad está a la vista.
Urge que las autoridades agropecuarias ya solucionen estos requerimientos que son motivos de tanta pobreza en el campo mexicano. Más en los estados que todos saben sus necesidades de atraso histórico como Oaxaca, Guerrero y Chiapas. No importa el orden. Importan las Políticas Públicas que resuelvan esta problemática.
Finalmente, se debe considerar creo yo, un Plan Nacional de Emergencia que atienda de manera prioritaria a los trabajadores en general con una justa aportación económica especial mensual a quienes durante esta pandemia han sufrido la pérdida de familiares, empleos y enfermedades.
Esto tomando en cuenta la inflación de más del 7 por ciento, el desempleo y la carencia de hospitales, medicinas básicas y falta de especialistas en Guerrero, por lo menos.
Ya Veremos que pueden hacer los legisladores y legisladoras guerrerenses y los líderes que en sus discursos están a favor del pueblo.
