Por César González Guerrero
Aunque en los tiempos actuales, en pleno siglo XXI, es muy difícil encontrar organizaciones ciudadanas con la calidad humana, principios y valores morales como los de nuestros antepasados, debemos insistir y promover una participación ciudadana responsable, honesta y con calidad humana. Tanto en los pueblos del área rural como la urbana.
Es pertinente retomar lo bueno de nuestros padres para ejemplo de quienes ahora son nuestros hijos y nietos, y quizá bisnietos. A ellos va dirigida esta experiencia que me permito compartir. Es una digna actitud del siglo XX que, creo se debe difundir, compartir, y tomar en cuenta en las clases escolares, ahora virtuales, de nuestros niños y jóvenes.
En todos los pueblos existen y se pueden encontrar evidencias de cómo se puede avanzar en el desarrollo de las comunidades y la propia población. Son experiencias que se deben considerar para que las nuevas generaciones comprendan que solo así se puede progresar. Organizados, Unidos y solidarios con todos se pueden alcanzar objetivos que beneficien y superen necesidades. De lo contrario, el atraso prevalecerá.
El caso al que hoy se refiere el presente trabajo, es un hecho histórico sucedido en mi tierra Copala, y tal vez en otros pueblos más de Guerrero, hace más de 45 años, pero que aún puede ser vigente y llevarse a la práctica.
En las cajas de cartón que me heredó mi padre, repletas de expedientes con papeles diversos, quizá cientos o tal vez miles de hojas bien aseguradas dentro de los inolvidables “folders” con broches “baco” ya oxidados por el tiempo, y con títulos escritos “a mano” de sus contenidos, me he encontrado manuscritos que se refieren a diferentes temas que, no por su sencillez, dejan de ser importantes para la historia de Copala. Aunque es necesario resaltar que también existen algunos documentos hechos con “máquina de escribir” y que posiblemente se tuvo que pagar a alguien para que los redactara. Estamos hablando del año 1965, precisamente 7 años después de que llegara a México la primera computadora.
Uno de esos casi ilegibles escritos “a máquina”, se refiere a la existencia de un Comité Pro defensa de los Tablajeros del Municipio de Copala, Gro. en el año 1965, cuya directiva fue presidida por los tablajeros Santa Cruz González Cortes como Presidente y Pompeyo Clemente Céspedes como Secretario, y como socios Adolfo Aparicio Salinas, Basilia Guerrero Bazán, Proculo Guerrero Aparicio, Ignacia Muñoz Lorenzo, Reyna Ventura Zambrano, Petra Prudente, Eudocia Bracamontes Prudente, Emilio Silva Suastegui, Águeda Damián Méndez, Soledad González Bracamontes y Ofelia Tenorio Prudente. Todos promovían la unidad y organización en beneficio de todos y los acuerdos se hacían en reuniones democráticas avalados por el Presidente Municipal en turno.
El propósito fundamental de la creación del Comité de Tablajeros de Copala, según consta en los escritos, fue para llevar un orden y control en la programación de los días que correspondía la “matanza” de res y marrano. Así como también para llevar a cabo actividades como bailes, a fin de recaudar fondos para beneficio de los integrantes, estableciendo el otorgamiento de préstamos a quienes así lo necesitaran con el pago de un 2.5 por ciento de interés mensual. Por supuesto todo sin “mala” fe, sin envidias y de manera democrática.
Como ejemplo de la solidaridad y apoyo existente entre los tablajeros de esa época, me permito compartir el contenido del acta “levantada” en el pueblo de Copala, firmada al calce por Santa Cruz González Cortes como Presidente, Pompeyo Clemente Céspedes como Secretario y el Visto Bueno del Presidente Municipal Rufino Figueroa Oliva, en donde dice que “…siendo las 10 horas del día 19 de diciembre de 1965, reunidos los tablajeros en el corredor del H. Ayuntamiento, los ciudadanos Santa Cruz González Cortes y Emilio Silva, ambos tablajeros, entregaron a la ciudadana Águeda Damián la cantidad de 5,800 pesos en calidad de préstamos, para distribuirse a los siguientes beneficiados miembros del Comité: Adolfo Aparicio Salinas 2,000 pesos; Basilia Guerrero 1,000 pesos; y Proculo Guerrero 1,500 pesos; Pompeyo Clemente 800 pesos e Ignacia Muñoz 500 pesos. Pactando fechas para su liquidación, de común acuerdo.
Este ejemplo de trabajo, honestidad, compañerismo y solidaridad gremial, es un asunto que la juventud y las nuevas generaciones deben promover para el bien de todos los pueblos. El gesto de la atención a los problemas sociales de parte de las autoridades de aquella época es válido en los tiempos actuales. Por supuesto son otros tiempos. Pero claro que sí se puede.
