Por César González Guerrero
La experiencia nos dice que en tiempos difíciles se requiere de mucha imaginación, ser persistente para superar obstáculos y adversidades.
Nosotros que de alguna forma hemos logrado rebasar los 65 años de existencia conocemos gran parte de la historia universal, mexicana y de Guerrero. A través de ello podemos afirmar que las dificultades siempre han existido y existirán. Pero no son eternas, habrá oportunidad para salir adelante.
Así nos pasó a varios de mi generación, algunos fallecidos y otros aún vivos, hombres y mujeres de Copala y la Costa Chica que nos atrevimos, con el apoyo de nuestros padres, a enfrentar horizontes totalmente desconocidos, a la edad de 12 o 13 años.
Pequeños, casi niños, que sin saber con qué íbamos a encontrarnos, alcanzamos el éxito jamás imaginado.
Por supuesto, por diferentes motivos, que no todos lo hicieron, varios se quedaron en el camino y eso es lo que hoy quiero destacar.
Hoy deseo expresar mi sincero homenaje a las mujeres y hombres que por muchas razones no concluyeron sus estudios superiores pero que si nos impulsaron a quienes hoy con orgullo mostramos un título profesional.
El espacio no alcanzaría para mencionarlos, pero seguramente muchos están leyendo este modesto documento, o quizá sus hijos o nietos. Ellos saben muy bien a quienes me refiero. Y a ellos manifiesto mi gratitud por siempre.
Deben saber que, desde nuestros estudios de primaria, secundaria, vocacional y superior, recibimos sus consejos, sus palabras de aliento, su apoyo moral y a veces económico.
Siempre recibimos la oportuna solidaridad necesaria en los momentos más difíciles, cuando carecíamos de lo más indispensable para comer y mantener vivos nuestros sueños.
Experimentamos la falta de dinero para cubrir gastos elementales de renta, pasajes, adquisición de los materiales escolares como libros y cuadernos, ropa y calzado para vestir y en muchas ocasiones decididos a caminar por las calles oscuras en el trayecto de la escuela a la casa, y lo más triste llegar a dormir sin tomar ningún alimento.
Afortunadamente aparecieron algunas personas y familias que generosamente nos brindaron su apoyo incondicional. Por ello somos muy agradecidos ya que eso fue lo que nos enseñaron y creo aprendimos muy bien la lección.
Deben saber que donde quiera que estén vivirán en nuestra memoria. No olvidaremos lo mucho que hicieron por nosotros.
Me refiero a mis abuelos, padres, tíos, primos, sobrinos, amigos, vecinos, compañeros de escuela y salón, paisanos y maestros, etcétera, va para ellos mi humilde homenaje.
¡¡Muchas gracias!!