Editorial
La pregunta de a todos aquellos a los que les incomoda la pobreza que se vive en nuestro país, es ¿qué debemos hacer para que México progrese? Primeramente, hay que saber, que no ganamos nada tratando de entender a los políticos actuales; el asunto es intentar descubrir su cultura, su origen; qué valores practicaron desde su profunda infancia, y, entonces, elegir, apoyar a quienes llevan en la sangre la vocación de servicio a sus semejantes. Segundo, indagar qué solución les han dado a sus problemas personales y a los de su entorno para tener la certeza de que procederán con justicia y hablarán con la verdad; se necesitan servidores que, al rehusar el lucro y beneficio personal, sean capaces de luchar por el bien común (educación, bienestar, salud). Tenemos que quitarnos del pensamiento la idea de que todos los servidores públicos tienen la “intención deliberada de hacernos daño”, sino, más bien, comprender que por falta de “teoría política” no alcanzan a intuir que el progreso de México jamás lo lograrán unos cuantos: México entrará al progreso, de manera ininterrumpida, el día que cada uno de nosotros, por convicción personal, aprendamos a vivir en la Ciudad y trabajemos, con los demás, en comunidad, aportando cada quien su teoría y sus procedimientos para el bien de todos.
