Editorial
Desde que inició su gobierno, si con algo ha batallado el presidente AMLO, es con el actuar de jueces y magistrados. Para nadie es extraño que, durante muchísimos años ha sido común la impunidad de la clase política y de toda clase de funcionarios. La novedad es la impunidad de los delincuentes comunes que, aun siendo detenidos en flagrancia una y otra vez, más tardan en entrar por una puerta, que en salir por otra. Nuestro sistema de justicia se ha convertido en una puerta de carrusel por donde los delincuentes entran y salen a su antojo. Como ha sucedido con funcionarios y delincuentes de cuello blanco, misteriosamente salen en unos días aun siendo reincidentes y por crímenes por los que deberían pasar años en la cárcel. Muchos culpan al sistema de justicia, pero más bien es la corrupción generalizada del poder judicial. Urge una limpia, una reforma que de verdad castigue la corrupción de los que deberían aplicar la ley.