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LAS CHICOPETAS

  • Por Diario Objetivo
  • 19/02/2021
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Por César González Guerrero

A raíz de la publicación del artículo en el cuál hablamos sobre el árbol del copal, en donde se menciona la existencia de un «bejuco» conocido como «chicopeta», hubo varios lectores interesados en conocer detalles de esta planta que adorna las grandes arboledas llamados por acá como «montes viejos», por su antigüedad y belleza extraordinaria. Ahí se encuentran extensiones de este bejuco que abrazan elevados y frondosos bosques maderables, que suben como «enredaderas» hasta lo más alto posible, semejando telarañas entrecruzadas desde su raíz.

 

Quienes vivimos esta grata experiencia en mi tierra, no olvidamos la gran aventura de ir a buscar en los cerros aledaños unos centímetros de este anhelado bejuco para fabricar una chicopeta.

 

Y es que quienes conocíamos su uso nos servía como un juego de sana diversión, pero sin medir las consecuencias que la inocencia infantil nos llevaría a casos de un juego peligroso.

 

Por supuesto los pequeños siempre buscando ser creativos a falta de recursos económicos para comprar juguetes industrializados como: carritos, muñecos, figuras de todos los tipos de plástico que se podían comprar en las ferias o en algunas tiendas ambulantes.

 

Desde luego que el juego de las chicopetas es una muestra de creatividad de los niños pobres, claro que había más juegos inventados y de acuerdo con la capacidad de imaginación y recursos naturales que solo se encuentran en el campo o en comunidades rurales. Entre otros juegos se puede mencionar los siguientes: los cocoles pegados con las semillas del árbol de sasanil; trompos elaborados con madera del árbol de guayabo; pelotas de fútbol utilizando los cocos secos de las palmeras; las flautas que producen sonidos melodiosos utilizando hojas de diferentes plantas; zancos para competencias de carreras utilizando ramas o varas de árbol de cacahuananche o del mismo sasanil; etc., etc.

 

Más en fin el juego de la chicopeta se inicia con la conformación de dos bandos que pueden ser integrados por uno o más elementos, quienes previamente se avocan a cortar un tramo de bejuco de un mínimo de 20 centímetros y un diámetro de un centímetro o más que penetrado con una barilla de alambre recocido, dejando un hueco en el centro de la chicopeta, listo para colocar dos semillas (fruta) del árbol de copal de manera estratégica, una en la salida de la chicopeta y la otra a la entrada, ya en esa posición se utiliza una «varita» recta del mismo árbol de copal u otra rama parecida y se introduce en la chicopeta presionando con movimientos rítmicos de entrada y salida que producían una fuerte expulsión cuya potencia, al llegar a su objetivo, produce un dolor que en algunos casos fue motivo de llantos de los pequeños y en otros casos motivo de enojos y discusiones entre las familias y amistades de los involucrados. A pesar de todo el juego de las chicopetas siempre fue un distractor para los pequeños inocentes que vivían en una pobreza extrema. Estoy seguro que varios de nuestra generación 60 70, tenemos muchas anécdotas que comentar.

 

En algunos otros lugares de la región existe otro bejuco similar a la chicopeta que se le llama » trabuco» y se diferencia porque el trabuco es más grueso y de corazón más ancho y se usa regularmente  para la pesca ya que en su interior se le introduce una especie de lanza en miniatura  impulsada por una resortera con la cual se logra obtener una buena pesca en los charcos, arroyos y ríos. Este bejuco llamado trabuco aún se encuentra en algunos pueblos como Paso Salinas, el Maguey, el Llano, el Coquillo, Cuilutla del vecino municipio de Cuautepec.

 

El juego de las chicopetas y muchos otros más, deben ser considerados como parte de la cultura regional que se debe rescatar y con ello contrarrestar la penetración enajenante de las nuevas tecnologías. Quienes promueven el desarrollo de los pueblos defendiendo y promoviendo las tradiciones y costumbres populares tienen la palabra. Los ciudadanos estamos atentos para apoyar desde nuestra modesta trinchera y en la medida de nuestras posibilidades. Ya veremos.

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