Por Pedro Meugniot
Nadie sabe a ciencia cierta cuánto tiempo más habrá de durar la pandemia y si, a causa de los rebrotes, será necesario volver a detener las actividades productivas. El coronavirus es uno de los retos económicos más grandes que ha enfrentado la humanidad en la historia reciente. Para combatir los daños causados por el Covid-19, cada país ha tomado las medidas fiscales y de gasto público que consideró pertinentes; sin embargo, todos nos preguntamos: ¿son suficientes?
En términos generales, las naciones más desarrolladas del mundo han optado por invertir un porcentaje más alto de su Producto Interno Bruto (PIB) tanto para atenuar la caída económica causada por el distanciamiento social como para conseguir una recuperación lo más rápida posible.
Japón, Luxemburgo y Bélgica, países de primer mundo, han destinado respectivamente el 21%, 20% y 19% de su PIB para combatir la pandemia y sus consecuencias. Los indicadores fiscales son claros: mientras que las naciones ricas utilizaron en promedio 6.7% de su PIB contra el virus y sus efectos, el promedio global fue de 3.7%; en América Latina esta cifra es sólo de un 2.4%.
Debe tenerse presente que todavía es demasiado pronto para determinar cuál es la mejor estrategia ante el coronavirus y para precisar si hay una correlación directa entre mayor gasto público y una recuperación acelerada, máxime cuando aún no sabemos durante cuantos meses (o años) se deberán alargar total o parcialmente las restricciones a las actividades.
Lo que sí sabemos es que, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), México es el cuarto país de la región que menos dinero ha invertido para atender la pandemia. Si tomamos en cuenta programas sociales que ya existían desde antes y que ayudaron a que la gente hiciera frente a la suspensión de labores, nuestro país destinó 1.1% de su PIB para atemperar la crisis; en cambio, si consideramos sólo las medidas fiscales diseñadas para atender específicamente el coronavirus, se utilizaron 158 mil millones de pesos, es decir, 0.7% del PIB, el cual se concentró en el fortalecimiento de los apoyos sociales y en gasto en salud. De acuerdo con las optimistas proyecciones de crecimiento para América Latina y el Caribe publicadas en julio de 2020 por la CEPAL, se espera para México una caída del PIB de 9% en 2020 y una tasa de pobreza de 49.5%. En nuestro país, además, no se implementaron medidas contracíclicas ni se diseñaron planes fiscales sustantivos que incluyeran diferimientos o descuentos de impuestos. Tampoco hubo seguros temporales de desempleo y los créditos que se otorgaron fueron muy bajos.
Dada la falta de medidas oportunas en México y la incertidumbre global ante el coronavirus, tenemos que ampliar el frente contra la crisis económica. Es necesario salir bien (o no tan mal) librados de esta pandemia. Es muy importante resaltar el papel que, empleada correcta e intensivamente, puede tener la subcontratación responsable y profesional para generar empleos y hacer que la economía vuelva a crecer.
Por medio de la tercerización es posible capacitar a los trabajadores mexicanos para que puedan seguir desarrollando sus actividades de manera legal, utilizando las nuevas tecnologías, así como asesorar a las empresas para gestionar esquemas como el trabajo a distancia o el empleo a tiempo parcial, los cuales serán más necesarios que nunca. La subcontratación detona el empleo formal, la productividad laboral y así reduce los daños inherentes a esta etapa de nueva normalidad.
Todos esperamos que funcione la vacuna contra el coronavirus y que, cuando menos, se mantenga la incipiente recuperación sanitaria, económica y laboral. Sin embargo, es difícil saber si ya tocamos fondo en esta crisis. Lo que sí es claro es que tenemos que aprender de los errores que hemos cometido y enderezar el camino. A las medidas fiscales y de inversión pública sin un plan integral contra la actual crisis, la economía y la gente de México se seguirán hundiendo, posiblemente sin remedio. No lo permitamos.