Por César González Guerrero
Como ya se ha comentado en anteriores ocasiones, la actividad de los trabajadores del campo, más de aquellos que carecen de los apoyos y medios necesarios y elementales para trabajar la tierra, no es rentable y tampoco se obtienen excedentes que generen un impacto favorable en el bienestar familiar. La economía campesina se considera es de subsistencia. Como dicen algunos campesinos: «…se siembra maíz más por costumbre y necesidad que por ganar dinero…».
Para los campesinos de mi tierra Copala en Costa Chica de Guerrero, ya lo decíamos, su trabajo lo realizan con alegría y mucho ánimo; esperan la temporada de lluvia con ilusiones y esperanzas de que les vaya mejor que años anteriores. Del gobierno siempre esperan los apoyos oportunos, pero desafortunadamente no siempre les va bien. Ya no creen en las promesas.
Quienes siembran maíz, experimentan varias etapas y una de ellas muy importante en su proceso de desarrollo, es cuando las plantas o «matas» de maíz cumplen aproximadamente un mes de «nacidas», o tienen una altura de 50 o 60 centímetros. O como dicen los campesinos cuando «…las matas te llegan a la cintura…». Es este otro momento en que llegue la felicidad del campesino, porque la milpa ya «está sentado en caña» y a punto de «sacar vela». Aunque esa alegría a veces no es al cien por ciento debido a que también es muy probable que le llegue el «gusano cogollero», también conocido como «cueta», que gusta comer lo más «tiernito» o mejor de la planta y si no tiene dinero para comprar el líquido para fumigar la lo más seguro es que hasta ahí llegue su siembra. En ese caso se tiene que recurrir a los préstamos o vender «al tiempo» parte de su cosecha. Desde luego a un precio muy por debajo de lo establecido en el mercado. Es una situación muy lamentable que vive el campesino porque no hay otra opción.
Sin embargo, el ánimo campesino continúa, si la milpa recibe en tiempo y forma la lluvia, su segundo abono, dar tierra a la plantación, y más si no se «enmonta» o presentan desastres naturales como inundaciones, vientos fuertes que «tumban» las pequeñas plantas. Eso y más hacen que el campesino eleve su optimismo.
Ya después de «sentarse en caña», quizá a los 60 días de «nacida», cuando las plantas cubren o «tapan» al campesino o mide más de un metro y medio, vendrá una siguiente fase que también es muy importante y de gran alegría para el campesino, es cuando la milpa empieza «espiguear». Pero esa será otra historia.
Mientras tanto, solo debemos reiterar la solicitud atenta y respetuosa a las autoridades federales correspondientes, responsables del diseño de las políticas públicas agropecuarias, para que en tiempo y forma se atienda y se apoye más al campo, porque atender y apoyar el campo es garantizar la producción y el consumo alimenticio de los mexicanos. Ya veremos.