Editorial
Mucho se ha criticado el comportamiento retrograda de las porras de los equipos de futbol de la Liga Mexicana. Se dice que ahora las familias ya no pueden asistir al estadio; la realidad es que el futbol dejó de ser un espectáculo familiar desde hace varios años en nuestro país. Sin embrago, a quienes se culpa es a las porras, a los aficionados, dejando de lado dos actores muy importantes: las televisoras y los dueños de los equipos. Los primeros siempre buscan crear expectación en cada partido y la mejor forma de lograrlo es creando rivalidades y encono, mismo que al final sobrepasan el terreno deportivo. Los dueños de los equipos son otro problema, pues es sabido que las porras obtienen los boletos para los partidos con costos muy por debajo del real. La violencia en los estadios es algo idiosincrásico y no solo con unas cuantas detenciones se solucionará.
