Editorial
Mucho se ha comentado sobre los acontecimientos violentos ocurridos en el desalojo a la Autopista del Sol de ayer, donde cuatro reporteros fueron agredidos por policías estatales, y si bien no es bueno perder capacidad de asombro, lamentablemente no es algo que deba sorprendernos, pues es como si nos extrañara que la obesidad devenga en hipertensión o diabetes. Se habla de la falta de respeto a la prensa, cuando cotidianamente vemos todo tipo de faltas de respeto, sea a los adultos mayores, a los peatones, a los vecinos, a la naturaleza, y un largo etcétera. ¿Qué podría esperarse, cuando no son pocos los que incluso han perdido el respeto por sí mismos? Cada vez es más frecuente escuchar paupérrimas excusas: “todo mundo lo hace”, “no es mi responsabilidad”, “a mis hijos los educo yo”… Viene a la memoria el infalible método para destruir un imperio; uno de sus postulados era: “Para desmoralizar a la sociedad, haz que lo anormal se considere normal”. Y hace tiempo que el respeto dejó de verse como una obligación. Consideramos no tan grave lo que era anormal, y vemos ahora en lo que ha devenido, o mejor dicho, degenerado.