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¿DE DÓNDE VIENE NUESTRO VALOR?

  • Por Diario Objetivo
  • 14/10/2019
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Texto enviado por Alfredo Bustos Ruiz de la Iglesia Nacional Presbiteriana Conservadora “El Buen Pastor”.

Ubicada en 16 de Septiembre N° 27, en el Centro de Chilpancingo, Gro.

El director de una clínica psiquiátrica, en Alemania, denuncia unas treinta ideas falsas que creemos ser ciertas y que, en cierta medida, condicionan nuestras decisiones. Una de ellas concierne a nuestra capacidad y al éxito. «Mucha gente, escribe, cree que su valor depende de sus capacidades en uno u otro ámbito. Cuando tienen que enfrentarse al fracaso, pueden llegar hasta el suicidio».

Desde el punto de vista económico, decir que el valor de una persona depende únicamente de sus capacidades en el trabajo puede parecer pertinente. Pero es dejar de lado otras cualidades como la sinceridad, el dominio propio, la honestidad, la humildad, etc. ¡Todos estos aspectos también participan en el éxito tanto individual como colectivo!

Sea como fuere, el mensaje de la Biblia es completamente diferente. Nos dice que nuestro valor no proviene de lo que hacemos, sino que nos es dado por Dios. Somos valiosos ante sus ojos porque él nos ama. Nos ama tanto que dio a su Hijo unigénito para salvarnos. Y si aceptamos ese don de Dios, si nos arrepentimos y creemos en el Señor Jesús, somos adoptados por Dios. Nuestro valor no viene de nuestras capacidades, de nuestras cualidades naturales, sino del hecho de ser hijos e hijas del Dios de amor. Nuestra dignidad no está basada en la mirada del prójimo, sino en el hecho misterioso y extraordinario de haber sido amados, creados y redimidos por Dios. Y todo esto, solo por pura gracia del Altísimo, por lo tanto no debe darnos pie a la presunción, sino a la humildad  y agradecimiento delante de nuestro Gran Dios y Redentor.

“Bendito sea el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual  nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo… en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos por  Jesucristo” (Efesios 1.3, 4, 5).

 

 

No temas… yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú… en mis  ojos fuiste de gran estima… y yo te amé.

Isaías 43.1, 4

 

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