Editorial
Las declaraciones de que todos los programas federales que manejó el gobierno priista de Enrique Peña Nieto son corruptos y que los que anunció el nuevo gobierno morenista no se hayan echado a andar muestra una posición negligente y propicia la pobreza en Guerrero. Por la percepción y mentalidad que tuvo Peña Nieto, tenemos la mayor corrupción que hayamos visto en el País. Sin embargo, es importante que los apoyos ahora se manejen sin distingo partidista. Andrés Manuel López Obrador no tiene que encarcelar a los ex Gobernadores y Gobernadores que directamente o vía deuda dispusieron de los recursos de los mexicanos (Ortega, Aguirre, Montiel, Moreira, los Duarte, Robles y los que se acumulen). Tiene que obligarlos a regresar el dinero y darle un buen uso. Urge que no caiga la credibilidad de AMLO. No es plausible ni aceptable tener un Jefe de Estado con la mentalidad de que la corrupción es un mal sin remedio y que los que no opinen como él son corruptos, por lo que el señor presidente debe hacer renunciar a sus funcionarios que sean incapaz de garantizar un mínimo de transparencia, legalidad y justicia.