Editorial
Cualquier ofensa a la ecología deteriora en mayor o menor medida la vida en nuestro planeta y constituye una falta grave que amerita un severo castigo para quien la cometa, ya sea por negligencia o falta de pericia en el manejo de un equipo sofisticado. Por ello resulta de risa que las empresas que dañen el ambiente tengan que cubrir una ridícula multa de 42 millones de pesos. Si bien para una persona esta multa sería un castigo que sin duda castigaría sus bolsillos, para una empresa multimillonaria esto sería una burla. Cualquier empresa poderosa preferiría seguir afectando el medio ambiente y ganando grandes cantidades de dinero a cambio de pagar una multa y seguir trabajando, sería casi como pagar una licitación. Poner el dedo en el renglón de estos temas es importante, porque con la Ley General de Aguas existe el terreno para que las empresas incurran en muchos comportamientos que dañen el ambiente.