Editorial
Es un orgullo cuando al entonar el himno nacional, cuando se juegan los partidos de fútbol o alguna otra justa deportiva en México, las personas se paran a cantarlo con todo el respeto que el lábaro patrio merece. Desde pequeños los padres deberían inculcarles ese respeto a sus hijos al himno y a nuestra bandera. Porque México no son sus gobernantes, no son los criminales, no son los que permiten los crímenes: México somos todos y cada uno de nosotros, y si empezamos poquito a poquito a mostrar ese respeto y amor que debemos tener a nuestro País, es mucho más probable que podamos empezar a cambiar lo que no nos gusta para tener el México en el que todos queremos vivir. Hay que demostrarle a México que lo respetamos y lo amamos, y así un día seremos todos los que demostremos amor y respeto a nuestro País y, entonces, el territorio azteca podrá empezar a cambiar.