Editorial
A la mitad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el peso se mantiene firme frente al dólar y la popularidad del presidente es una de las más altas entre los mandatarios a nivel mundial. AMLO supo hacer campaña recogiendo el odio que la gente sentía por las atrocidades cometidas en los sexenios del PRI y PAN, no porque fuera un gran estadista. No cabe duda de que el efecto López Obrador ha despertado sensibilidades. Necesitábamos una sacudida de tal tamaño para reaccionar, razonar, actuar, en fin, para dejar de ser tan conformistas. Sorprende la reacción en cadena que había provocado lo que parecía ser un tsunami que presagiaba casi, casi, el fin de México para igualar a Venezuela. Y lo que en verdad ha provocado es el despertar de conciencias, de nuevos horizontes llenos de optimismo y de oportunidades. Por ello, necesitamos despertar y mantenernos altivos para no permitir que las sombras y tinieblas de los que se ufanan o se sirven de la tragedia o el poder se apoderen de nuestros sueños, ideales y valores. Aunque se trate de reprochar al mismo partido Morena.
