Editorial
Anoche el gobierno federal destituyó a Santiago Nieto Castillo como titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la SHCP, y en su lugar nombró al exsenador Pablo Gómez Álvarez. La destitución de Santiago se dio luego de que fue criticado por el presidente Andrés Manuel López Obrador por haber realizado su lujosa boda en Guatemala con la consejera del INE, Carla Astrid Humphrey Jordan; evento al cual acudieron diversas figuras políticas, entre ellas Paola Félix, quien hasta el fin de semana era la secretaria de turismo de la CDMX y quien renunció tras conocerse que acudió a la ceremonia en un avión privado. Hace bien el presidente en sacudirse a esas personas. Sin embargo, obvio que no es el único caso. Realmente nuestros flamantes funcionarios federales, no tienen límites en cuanto a gastar el dinero del erario público en beneficios personales, además de autorizarse bonos y un sinfín de prestaciones. En particular, muchos pecan al viajar hasta seis veces por mes al extranjero y no verse resultados concretos ante su escasa productividad, más allá de lo referente a lo expuesto por los recientes destituidos.