Editorial
Aunque nuestras autoridades intentan vender al mundo que somos un país en vías de desarrollo, en realidad padecemos las cuestiones políticas de cualquier país del tercer mundo del medio oriente. ¿Cómo queremos tener democracia si estamos a la par en corrupción que muchos de los países considerados por nuestro aliado comercial (Estados Unidos) como amenazas a la humanidad (terroristas)? Cuando aquí los verdaderos terroristas son las mismas autoridades y cabezas en el poder, donde el único interés es el propio y el del proteccionismo a la generación saliente o compadre en apuros. Desgraciadamente esta genética (hijos, ahijados, compadres, hermanos, esposas, amantes, etcétera) está pasando de generación en generación en todos los niveles en el “poder”, al cual no quieren renunciar por temor de vivir al día como cualquier ciudadano: sin fuero constitucional, sin poder, sin palabra, sin ser escuchado y, sobre todo, con un Gobierno sordo.
