Editorial
Es precisamente en este año en el que llaman “El Año de Hidalgo”, el cual hace referencia al último año de gobierno donde alcaldes, alcaldesas y sus principales colaboradores antes de irse, acostumbran a despacharse con la pala grande y concluyen sus cargos con excesos en las finanzas públicas. Esa tradición corrupta, es precisamente el último año en el poder del Presidente Municipal en turno, que consiste en «gastar» todo el presupuesto hasta no dejar ni un centavo, y en este trienio se ha desvirtuado un poco. En su último año de gobierno, los alcaldes de Guerrero no solo han vaciado las arcas públicas. También se han encargado de vaciar las oficinas, otorgar bases a allegados y vender una que otra propiedad de los ayuntamientos. Qué tristeza que México sea un país de corruptos. A la gran mayoría de los alcaldes y alcaldes electos, le dejarán papás calientes, saqueo y arcas vacías. ¿Cómo le harán para salir adelante y poder resolver las demandas, peticiones y problemas que recogieron en campaña y cuyos portafolios vienen repletos de todo eso? Ya veremos.
