Editorial
Desde que entramos al presente milenio, sobre este nuestro planeta, descuidado, agredido, arrasado, explotado, ignorando que es nuestro único hogar, del que no podemos salir, pero al que despreciamos sin importarnos su agonía, que será la nuestra, han sucedido sismos, tsunamis, sequías, inundaciones, incendios, erupciones, mareas de fondo, contaminación de ríos, lagunas y mares y extinción de fauna en lo que se refiere a la vida de la Tierra. En cuanto a los que formamos los millones de habitantes en ella, estamos contaminados con guerras injustas y crueles, la corrupción global del Gobierno, sistema empresarial, bancos, licitaciones, leyes, docencia, fuerzas armadas, la desaparición paulatina pero arrolladora de la honradez, decencia, educación, valor, generosidad, amor a la patria, respeto a la ley, orgullo de nuestro país. Pero hay algo que alimenta nuestra esperanza: la llamada Naturaleza ha sido generosa y no ha exigido muchas muertes por sus catástrofes, mientras la humanidad no se ha hartado de sangre e injusticia.