Editorial
Ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador, aseguró que ya se tienen los conocimientos básicos de lo que ocurrió en Iguala, en septiembre de 2014, con la desaparición de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. El caso se ha convertido por dolientes, autoridades y medios en un enredado laberinto y complicado galimatías. La justicia no se demanda en términos de una óptica particular, se debe exigir en los exactos términos en que se reclama. Sin duda el asunto de la tragedia rebasó los límites de lo permisible. Aunque este asunto no solo es problema de los manifestantes, sino también del gobierno federal que no ha sabido dar respuestas claras, pues hasta la fecha siguen sin una total aclaración las matanzas de Tlatelolco, Aguas Blancas, Acteal, Atenco, San Fernando y miles que se les atribuyen a criminales. La historia nos muestra que son más los inocentes castigados que purgan condenas en las prisiones que los verdaderos culpables que siguen impunes gozando de la libertad. Las protestas tienen hartos a los guerrerenses, sin duda, pero la indolencia e incapacidad de las autoridades, molesta más.