Editorial
La crisis económica provocada por la pandemia del Covid-19, deja en claro que el poder de los Jefes de Gobierno es nulo para resolver los problemas que afectan a sus países. La solución depende cada vez más de instituciones y corporaciones mundiales sobre las que no tienen ningún control. A nivel país, los jefes de cada nación tienen un tiempo limitado y dividen su poder con los poderes Judicial y Legislativo; en cambio, los organismos internacionales cada día son más grandes y tienen mandos estables y cada día crece su poder político y económico. Así está la democracia hoy: elegimos Presidentes que no pueden cambiar nada porque son temporales, con su poder dividido, atomizado y limitado, mientras que externamente son maniatados por organismos como el FMI, la ONU, las grandes corporaciones. Con todo esto, no es extraño que la gente esté cada vez más decepcionada de la democracia. En el fondo de todo esto hay una seria contradicción a resolver: tenemos información, tecnología y economía global con gobiernos locales. Los poderes fácticos han tomado el control mundial y dejan fuera todo tipo de controles democráticos.
