Por Pedro Meugniot
La popularidad de Andrés Manuel López Obrador está empezando a caer. Desde julio, a razón mensual de 0.6 por ciento. Su capital político disminuye porque la población no ve resultados positivos en tres rubros.
La seguridad tiende a empeorar, la contención del Covid-19 no existe y la economía de las empresas y de los mexicanos a diario se erosiona a una velocidad preocupante. Y el Presidente lo sabe muy bien.
Está consciente de que tiene que dar un golpe de timón, antes de que buena parte de los mexicanos que creyeron en su discurso y votaron por él le retiren su respaldo, porque se convirtieron en víctimas de la 4T.
En lo más íntimo de Palacio Nacional ya empezó a tomar forma una ruta de salida para anticiparse a la despresurización de lo que en el arranque de 2021 será una bomba de tiempo: el manejo financiero del país.
El actual secretario de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera, se tiene y se va ir. No dio ni da para más. Decía Jesús Silva Herzog que para ser secretario de Hacienda no sólo hay que serlo, sino parecerlo.
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Un nombre empieza a sonar: Rogelio Ramírez de la O. AMLO siempre lo ha tenido cerca de asesor. En su más inmediata intervención, fue él quien le sugirió descarrilar la asignación del Tramo 5 del Tren Maya.
En las reñidas elecciones del año 2006 Ramírez de la O ya se perfilaba a ser el secretario de Hacienda, si López Obrador hubiera sido reconocido como el ganador a la presidencia de la República.
Dos eran los personajes que se encargaron de contactar a la comunidad financiera internacional en la víspera de la jornada electoral para contener el mensaje de “López Obrador un peligro para México”.
Uno fue Alfonso Romo Garza-Madero, el actual jefe de la Oficina de la Presidencia y coordinador del Gabinete para el Crecimiento Económico, y el otro era precisamente Rogelio Ramírez de la O.
En 2018, cuando el tabasqueño ganó, Ramírez ya había decidido retraerse a su negocio, la consultoría privada. No fue tan enfático como Santiago Levy, que no quiso pagar antes por ver ganada la Presidencia.
Pero todo lo anterior ya es historia. Ramírez de la O sí ve con agrado la posibilidad de ser el próximo titular de Hacienda, máxime porque lo empuja quien tiene la más fuerte ascendencia sobre el Presidente.
Pero sabe que no puede dar un salto al vacío. Debe tener control sobre dos carteras claves: Energía, hoy en manos de Rocío Nahle, y en consecuencia Pemex y la CFE, de Octavio Romero y Manuel Bartlett
Y también sobre Economía, que encabeza Graciela Márquez, dependencia que jugará un papel fundamental como motor de recuperación económica. Si Ramírez de la O no las controla no tomará el riesgo.