Por César González Guerrero
Existen muchas historias escritas y habladas que tratan este tipo de temas que, a veces, resultan increíbles. Lo que a continuación se describe es parte de lo que la mayoría de los provincianos sufren para realizar sus estudios fuera de su pueblo. Desde luego, los nombres y las fechas no son lo importante, lo que se debe destacar es el alto sentido de responsabilidad de los padres e hijos en tiempos difíciles para superar cualquier adversidad. No hay excusas, mucho menos pretextos para triunfar.
El interés de los padres porque sus hijos estudiaran fue porque en la mayoría de las familias de la época de los sesentas, setentas y ochentas no existían las instituciones educativas suficientes y necesarias en el área rural, razón por la cual varios pequeños y jóvenes solo alcanzaban a terminar sus estudios de nivel medio superior y otros con mucho sacrificio emigraron a las grandes ciudades, para tratar de terminar una carrera profesional. A esos padres y madres de familia, a esos jóvenes que lograron llegar a obtener un Título nuestro Reconocimiento, a quienes por diversas causas truncaron sus estudios va un doble Reconocimiento porque sin duda, las adversidades fueron mucho más complicadas. Me consta.
Es posible que nuestra historia sea la misma de cientos, miles o millones de niños y niñas del mundo, México, Guerrero, Costa Chica o Copala, que enfrentaron situaciones de pobreza, sacrificios, esfuerzos y sufrimientos similares o tal vez peores, para estudiar y obtener el documento que con mucho orgullo tienen en su poder. Como sea, dedico y comparto a los jóvenes una modesta experiencia de vida, con el único propósito de convocarles a seguir estudiando a pesar de cualquier obstáculo. En los momentos difíciles hay desanimo, pero al superar los problemas y lograr el éxito, todo es felicidad y alegría. Bien vale pena no perder el ánimo.
Después de haber concluido nuestros estudios de nivel primario en mi tierra Copala, primero mi hermano Javier en 1966 y posteriormente un servidor en junio de 1967, mi padre Santa Cruz González Cortes, )QEPD), con un gran esfuerzo y con el apoyo del distinguido paisano profesor Ramiro González Mendoza (QEPD), logra inscribirnos en la Escuela Secundaria Federal numero 1 ubicada en la avenida farallón de Acapulco; a nuestra corta edad de 12 o 13 años, fue la primer experiencia de enfrentarnos a un medio ambiente diferente a nuestra tierra de origen. Fue un cambio radical en nuestras vidas.
Entre asustados y sorprendidos llegamos cada quien en su momento, a una ciudad totalmente desconocida para nosotros, la gran cantidad de vehículos, edificios, comercios y gente en las calles nos hacían temblar de miedo y emocion. Sin dinero y sin comer, arriesgando nuestra integridad física cruzábamos las grandes avenidas “toreando” los autos a media calle, “agarrados” de la mano de mi padre, buscando desesperadamente el domicilio de nuestra Tía Florentina Manzanares Guerrero (Ma Tina), lugar en donde viviríamos casi los 3 años (1967-1970) hasta terminar la secundaria, ubicado en la calle zacatecas numero 31 de la colonia progreso. Recuerdo una de sus frases: “…hay que sufrir para merecer…”, y fue así como empezamos a forjar nuestro destino, en la lucha diaria y en medio de la adversidad. Ahí nos encontramos con otros paisanos también cobijados por Ma tina, como Práxedes Rafaela, mi hermano Javier, Pedro Torres, Marcos Guerrero, Ines Polanco, Luis Olea, Francisco Guerrero, entre otros.
Hoy a la tía Florentina Manzanares Guerrero (Ma Tina), la recordamos con todo respeto y rendimos un sentido homenaje póstumo por todo su apoyo a este grupo de jóvenes copaltecos decididos a continuar sus estudios. Descanse en paz Ma Tina.
Aunque antes no existía el termino bullyng si empezamos a padecer el acoso y la “sunga” de los compañeros de ciudad, soportamos apodos, risas burlonas, provocaciones de pleitos, presiones para no entrar a clases, y un sinfín de actitudes negativas que poco a poco fuimos superando y aprendiendo a defendernos solos. Fue así que en un corto tiempo tuvimos que integrarnos a grupos de jóvenes de barrios y colonias populares “famosos” por sus constantes riñas callejeras y en ocasiones hasta dentro de las aulas. Afortunadamente estamos para contarlo.
Infructuosos fueron los llamados del entonces Director de la Escuela Secundaria Profr. Eduardo Ramirez Ramirez, que cada lunes durante el homenaje nos invitaba a ser buenos estudiantes y evitar que con nuestras actitudes vandálicas en la avenida costera de Acapulco se desprestigiara a nuestra institución. A pesar de todo, los estudiantes de la Secundaria Federal número 1 siempre destacamos en los eventos deportivos, cívicos, culturales y escolares.
En todo momento tuvimos que buscar empleo para sufragar los gastos diarios y fue asi como llegamos a formar parte de los madrugadores cargadores de canastas (“canastero”) del mercado Central, vendedor de periódicos en las calles de Acapulco, ayudante de mecánico, entre otros. Para su fortuna mi hermano logro un empleo como repartidor de medicinas en bicicleta de la famosa Farmacia Red, ubicada en la calle Vallarta a un lado de la iglesia de San Cristóbal.
Poco a poco fuimos separándonos por generaciones, hasta quedar solos y con los escasos ingresos obtenidos salimos de la Casa de Ma Tina para rentar cuartos en diferentes lugares de las calles Tlaxcala, Campeche, Durango y, finalmente en el legendario Barrio de Petaquillas. De igual manera apoyados por las inolvidables Aurelia Gutiérrez, Adulfa Guerrero y Leonila López. A ellas va nuestro respetuoso recuerdo y homenaje póstumo.
En Acapulco, como modestos y humildes estudiantes de secundaria, quedaron los momentos inolvidables que disfrutamos con las amistades que el tiempo nos permitió conocer pero que al final de todo a esta fecha, desconocemos su destino. Deseamos estén bien. Quedan solo los recuerdos de una juventud menor de 17 años que logramos sobrevivir a las penas y adversidades de una época difícil. Ahí llegamos y conocimos la represión de los copreros, y ahí también experimentamos el inicio del movimiento estudiantil de 1968. Y aquí seguimos, luchando y trabajando por nuestra tierra.
Ahora, hoy, a más de 50 años de distancia, se puede decir Gracias a nuestros padres, gracias a nuestros maestros. Gracias a quienes en todo momento nos apoyaron para terminar nuestros estudios de secundaria. Muchas gracias.