Por César González Guerrero
A pesar de todo, los campesinos siguen haciendo su mejor esfuerzo realizando sus actividades cotidianas de manera normal, preparando sus tierras para la siembra de diversos productos que, si no hay ningún problema, estarán cosechando en unos 4 o 5 meses más. Quizá solo sea para su autoconsumo, pero cosecha al fin. Quizá no habrá utilidades, tampoco riqueza, pero su alimentación está segura. Y es que trabajar la tierra siempre ha sido muy difícil para quienes carecen de los recursos financieros y técnicos suficientes y elementales. Sus milpas, son lo más importante por este momento.
Hace muchos años, quizá más de 60 años, el campo de Guerrero producía una diversidad de productos como el ajonjolí, algodón, Jamaica, frijol, melón, entre otros, que actualmente los campesinos han dejado de sembrar por razones diversas. En mi tierra Copala, en la región Costa Chica, tuvimos la oportunidad de sembrarlos y ahora ya son mínimas las extensiones de tierra dedicadas a esos productos. Fueron otros tiempos.
En la época actual, la siembra del maíz es la que aún prevalece, pero con una serie de variaciones que van desde el precio, la calidad y la marca; y si a esto se le suman las diferentes situaciones como la sequía, las plagas, el abono, y todo aquello que significan los males colaterales de la siembra, como los desastres naturales como huracanes, ciclones, sismos, etc., observamos que el campesino está sujeto a veces a la suerte, o como ellos dicen “… a la de Dios…”. Es un riesgo dedicarse a la actividad agrícola. Y como también ellos lo dicen “…salimos poniendo…” o “…salimos al ras…”, porque muchas veces no se recuperan ni los gastos, mucho menos el desgaste físico.
Sin embargo, al no existir más opciones, como sea, el campesino resiste todo tipo de calamidades, aparte del mercado y del precio de su cosecha.
El proceso del trabajo en el campo, desde la preparación de las tierras hasta la cosecha es muy interesante y hasta motivo de alegría, porque desde que sale de su casa, el campesino sale “chiflando”, cantando o sonriendo. Jamás se verá a campesino renegando o desanimado, triste o llorando sus penas, por muy grandes que estas sean. Por ejemplo, hoy con motivo de la crisis de pandemia por el COVID 19, el campesino dice “no tener tiempo para enfermarse”, porque está muy ocupado en sus tareas propias de su naturaleza. Tal vez por ello las estadísticas que presentan las autoridades no mencionan cuantos campesinos han sido afectados por el temible virus. Al menos, hasta ahora y afortunadamente, no han llevado ese control, si es que haya algunos casos. Y qué bueno que así sea. Dios es grande.
Cada paso que el campesino realiza en este proceso de producción, lo hace con emoción y pasión, con entusiasmo y con muchas ilusiones. Toda la familia participa de cualquier manera, la esposa preparando y atendiendo el tema de los alimentos diarios, los hijos apoyando al padre, sin dejar de asistir a la escuela. Cada quien tiene una función importante en esta noble actividad. Todo es optimismo y esperanza.
Precisamente, después de la siembra del maíz, uno de los momentos más felices y emotivos de la familia campesina, entre otros, es cuando la lluvia es generosa y empieza a brotar o germinar el primer centímetro de la pequeña planta de maíz, utilizando el termino de empezar a “clavetear”. Después de esta hermosa fase de la siembra vendrán otras más que si hay tiempo seguiremos comentando. Por ahora solo resta desearles una buena cosecha a los campesinos de México, Guerrero, Costa Chica y Copala y que la “cueta” no llegue a perjudicarles. ¡¡Animo y Éxito paisanos!!