Editorial
Descalificar los movimientos juveniles con el argumento de que están infiltrados, de que son manipulados por fuerzas obscuras o porque son revoltosos es desconocer que hoy cualquier torpeza política puede desencadenar el enojo, la rabia. Ayer jóvenes alumnos de la normal rural de Ayotzinapa, tomaron la caseta de Palo Blanco de la Autopista del Sol, para denunciar que el gobierno federal utiliza el caso de los 43 normalistas desaparecidos, como una “cortina de humo”, por loa visita de Andrés Manuel López Obrador en los Estados Unidos. Solo esperemos que las protestas no se vean mermadas por los actos vandálicos de radicales que desconocen la verdadera lucha estudiantil. Sobre todo, porque hoy, los jóvenes están hartos de ver un futuro incierto, de ver a una clase política decadente y corrupta, de ver que las instituciones base de nuestra sociedad han fallado. Las revueltas sociales de los últimos años tienen un patrón común: los ciudadanos con niveles educativos altos son los que encabezan dichos movimientos y eso es un nivel de alerta como sociedad.