“ALZARÉ mis ojos a los montes, de donde vendrá mi socorro. Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”.
Salmo 121.1,2
Las numerosas teorías sobre la sanidad religiosa que prometen remedio y ayuda al hombre moderno que se halla en una profunda crisis espiritual parecen ser una particularidad de nuestros tiempos. Varias de esas propuestas de ayuda se asemejan porque a menudo se basan en las mismas fuentes, entre otras, los métodos de curación orientales.
Muchas veces la angustia y la desesperación se acrecientan después de semejantes consejos. La razón es evidente: uno esperaba recibir ayuda de otra persona, pero obtiene como respuesta: <<Moviliza tus propias reservas>> o <<busca a Dios en ti mismo>>. Por supuesto, esto no satisface, porque quien busca socorro en tales enseñanzas se siente incapaz de solucionar sus problemas.
En esto el Evangelio se diferencia de las demás doctrinas. Confirma que la verdadera ayuda sólo puede venir de Dios. En su Palabra (la Biblia) Él nos dice por qué no podemos salir solos de nuestros enredos. Todo lo que el ser humano hace está manchado por el pecado. “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3.23). Dios, en el Gólgota, solucionó el problema del pecado por medio de su Hijo Jesucristo. Quien acude a él arrepintiéndose de sus pecados no será rechazado y experimentará el alivio buscado.
“Bien que el pecador haga mal cien veces, y le sea dilatado el castigo, con todo yo también sé que los que a Dios temen tendrán bien, los que temieren ante su presencia”.
Eclesiastés 8.12
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.
Salmo 46.1
“El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente”.
Salmo 91.1
Texto enviado por Alfredo Bustos Ruiz de la Iglesia Nacional Presbiteriana Conservadora “El Buen Pastor”.
Ubicada en 16 de Septiembre N° 27, en el Centro de Chilpancingo, Gro.