Editorial
Hace 26 años, no sólo se segó la vida de un gran ser humano, Luis Donaldo Colosio, sino que las balas de la perfidia detuvieron un gran proyecto nacional de cambio con rumbo: la transición a la democracia y a la justicia social, lema y principios originales del PRI, de los que nos habíamos alejado y aún hoy no hemos recuperado, pues siguen siendo asignaturas pendientes de los gobiernos. Hoy no deberían de olvidarse los puntos principales que pregonaba el candidato fallecido, entre los que destacaba el ser sensible a los reclamos de la comunidad, dar poder al ciudadano e ir en contra de la corrupción, el influyentismo y la arrogancia de las oficinas gubernamentales. Además, que a dos décadas de su muerte se sigue viendo, como él mismo lo decía, a un México con hambre y con sed de justicia y, por si fuera poco, a mucha más gente agraviada que se encuentra en la pobreza. Ojalá que su muerte no haya sido en vano y que la filosofía colosista sirva como ejemplo para que todos los partidos políticos en el poder practiquen lo que él mismo decía ante el Monumento a la Revolución: la utocrítica.
