Editorial
Las nuevas generaciones están acostumbradas a que todo se les haga a su modo. Si van a una cafetería, no piden un café. Cada quien pide una bebida de diferente tamaño, con distintos ingredientes, eligiendo entre varias clases de leches, de endulzantes, de coberturas y hasta de tazas. Si van a ver la tele, no se sientan a ver el mismo monitor, cada quien enciende su dispositivo favorito y escoge entre una película, una serie, una caricatura, una telenovela o un documental, y lo mira como quiere, donde quiere y hasta que quiere. Sin embargo, con la información no es así. La información no se hace al gusto del cliente, la información existe y se difunde, aunque el receptor no esté de acuerdo, aunque represente un fracaso para sus ideales, aunque no la quiera creer. Alguien le tiene que enseñar a las nuevas generaciones que la vida no es un paseo por las redes sociales. Es lamentable que muchos tomen como cierto lo que sucede en el internet si tan siquiera confirmarse. Basta con que alguien manipule una información y la suba al Facebook, Twitter o Instagram para darlo por hecho. Urge una reestructuración de nuestras culturas en las noticias.