Editorial
“Si todos somos ladrones, entonces nadie es un ladrón”. Así reza el espléndido refrán del escritor Vargas Llosa, y que cae como anillo al dedo a nuestra mafia política mexicana, funcionarios y burócratas. Hoy, en México, ser corrupto es casi una condición necesaria para poder vender o conseguir contratos o trabajo con el aparato gubernamental federal, estatal o municipal: todos piden “mochada” de 15 hasta un 35%, de lo contrario no tienes chamba. Otro refrán popular dice que “quien no tranza, no avanza”, y así seguimos medio viviendo y medio pasándola en un país corroído por la corrupción, la ineptitud y un valemadrismo abrumador. Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de sus “gobernantes” y funcionarios públicos podridos y una sociedad que hemos perdido el sentido de vivir con apego a valores, civismo, decencia y dignidad. La corrupción se reducirá -jamás se eliminará por completo- cuando nuestro sistema judicial aplique la ley con castigos ejemplares a toda esta podredumbre que dizque nos gobierna y administra nuestro país.