Editorial
Después de la opulencia que sexenios priistas y panistas presumieron durante sus gobiernos, ahora la bandera de austeridad enaltecida por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador debe tomarse con mucha prudencia, sobre todo después de ser testigos de la historia sobre lo que la “mafia del poder” ha hecho a sus “enemigos”. Aunque la austeridad es virtud republicana, también lo es la prudencia. El Presidente tiene la obligación de tomar decisiones que no siempre agradarán a todos. Viajar en avión comercial, residir en Palacio Nacional o casa rentada y atender ahí a Mandatarios extranjeros o altos funcionarios no es prudente. En este país tan extenso, además del narcotráfico, también hay asesinos a sueldo y algunos locos. Un atentado contra el Presidente o su familia traería consecuencias graves para todos los mexicanos. Lo ideal sería que se use Los Pinos, aunque sea con mobiliario modesto; un avión presidencial, aunque sea uno en buen estado del Ejército o Marina, y, en razonable cantidad, al Estado Mayor Presidencial con su probada experiencia.