Editorial
Todos los días leemos de funcionarios que usan aviones privados para sus viajes personales, que endeudan terriblemente a sus estados con total impunidad. Presidentes municipales que no le rinden cuentas a nadie. Exceso de partidos políticos que son negocios familiares, próximamente uno más. Gastos desmedidos en campañas políticas e imagen personal. Sobrepoblación de diputados con sueldazos inmerecidos. Obras carísimas e inútiles, carreteras mal hechas, con sobreprecio también, pues hacen sus “negocitos” para enriquecerse a costa del País. Líderes sindicales que el PRI durante 70 años los llenó de privilegios y dinero, asegurándose así los votos para su partido, y que el PAN para no tener problemas, los siguió favoreciendo, etcétera. Todo pagado con nuestros impuestos. Por eso y más, en todos los países duele pagar impuestos, pero, en México, mucho más. Lo peor es que esos impuestos no se ven traducidos en proporcionarnos libre tránsito, ya que se permiten bloqueos a carreteras y calles con la terrible consecuencia de quiebre de empresas, ausencia de turismo y pérdida de empleos. No tenemos seguridad. No tenemos sistemas de salud eficientes y, por último, no existe un buen nivel de educación. Pero eso sí, un sexenio en el Gobierno es suficiente para salir millonarios.