Editorial
La corrupción y la impunidad en la administración pública han dado el ejemplo a cuanta persona quiera meterse de criminal: robo, secuestro, extorsión, etcétera. Los políticos obtienen dinero fácil de quien no puede defenderse, sabedor del fracaso de las instituciones y del Estado de derecho. La probabilidad de que los capturen es muy baja, y, si lo hacen, el costo es ridículo: el beneficio es enorme y seguro. Por eso se da la “percepción” de inseguridad generalizada y el brutal incremento en gastos de seguridad de empresas y familias. En México, la administración pública ha dejado en claro que trabajar honesta y lícitamente es una estupidez. El despojo a los demás del dinero fácil es lo racional. Lo peor es que a lo más que se limitan los partidos políticos, es a expulsar de sus filas a quienes roban desde el gobierno. Es de imaginarse a toda esa bola de corruptos exgobernadores y exalcaldes, secándose las lágrimas con los cientos de billetes del erario público, por lo deprimido que se encuentran por haber sido exiliados de sus partidos políticos.