Editorial
Ya pasaron tres años y los priistas todavía no se reponen del descalabro de las elecciones en donde les arrebataron Los Pinos, pero, aún siguen anonadados, boquiabiertos, perplejos, sorprendidos y meditabundos: que si fueron Peña Nieto y sus “grandes” reformitas, que si hubo traiciones (que sí las hubo), que si fue culpa de Alito Moreno Cárdenas, que si los verdaderos culpables visten sotana, que las alianzas entre los azules y los amarillos sí garantizan buenas transas, que las encuestadoras y sus garrafales errores fueron la causa, etcétera. La verdad de la caída del PRI fue el hartazgo del pueblo, cansado de tanta corrupción, inseguridad, insalubridad, los pleitos de la SEP y los maestros, el hambre del pueblo, el cinismo insultante de los servidores públicos y otras linduras. Ojalá que los partidos Acción Nacional (PAN) y Movimiento Ciudadano (MC), después de las elecciones del 2021, recapaciten y sean una oposición digna. Deben demostrar que la victoria en las urnas no es una casualidad, y que no desean volver a caer en los pozos de la corrupción y la impunidad. Esperemos que los vencedores no resulten peores. Porque si devuelve el tricolor lo robado, gana en 2024.