Por César González Guerrero
Antes de nacer nadie sabe cómo le va a ir en el proceso de su existencia, mucho menos cómo va a terminar. Las 4 etapas del ciclo de la vida: nacer, crecer, reproducir y morir, nos enseñan que todo tiene un principio y un fin, independientemente de que no sabemos a qué nos vamos a enfrentar en ese trayecto, ya que nacer no pedimos, crecer no sabemos, reproducirnos tampoco sabemos y morir no queremos.
Lo que sí debemos entender es que todo tiene su valor y se debe apreciar en su más profunda dimensión. Es una ley natural que se presenta en todos los seres vivos, racionales e irracionales, y la propia naturaleza.
Por supuesto que las circunstancias de cada quien, sus situaciones específicas y todo lo que impacte en su desarrollo determinarán sus características individuales, en cuanto a la cantidad, calidad y capacidad se trata. En ese inter de la existencia surgen las opciones de triunfo o derrota, de éxito o fracaso, de vivir o morir; el propósito siempre será llegar a la meta, hacer realidad los sueños, lograr los objetivos trazados, ser exitosos y triunfadores. Nadie busca lo contrario.
Muchas ocasiones se presentan problemas de todo tipo, económicos, sociales y hasta políticos, pero con la fuerza de voluntad y el optimismo se superan. Lo importante es no doblegarse ante tales situaciones; mucha gente y el mismo tiempo, nos ha enseñado que el mejor destino se forja en la adversidad y no en la comodidad.
En un contexto social negativo, donde surgen personas que tratan de obstaculizar, perjudicar, causando daños materiales y espirituales, lo mejor es la calma, la paciencia y la tolerancia. Evadir a quienes forman parte de la envidia, hipocresía y la maldad, siempre será la mejor alternativa. Nunca faltan los enemigos gratuitos y aquellas personas contrarias del progreso de los pueblos, y más del desarrollo personal y familiar. Algunos se encuentran a veces muy cerca, otros algo retirados, agazapados para actuar sorpresivamente.
En nuestros pueblos se conocen historias que nos muestran personajes, hombres y mujeres, que son recordadas con mucho aprecio y al final, quizá después de muerto, se reconoce su trayectoria, pero también la misma historia registra casos muy negativos. Así se escribe la historia. Lamentablemente a veces, la mayoría queda en el anonimato.
En ese sentido, no es tarde para manifestar un modesto Reconocimiento a nuestros antepasados, a aquellas mujeres y hombres que hicieron posible el Copala que hoy tenemos, a los fundadores de nuestro pueblo, a las primeras autoridades municipales, a los ciudadanos y ciudadanas que con su esfuerzo y sacrificio hicieron posible recibir los beneficios públicos y privados que hoy disfrutamos.
Los servicios públicos elementales con los cuales cuenta Copala como: caminos, carreteras, puentes, trazo de calles, barrios, colonias, escuelas, instituciones de salud, agua potable, drenaje, pavimentaciones, energía eléctrica y alumbrado, instituciones administrativas como palacio municipal, comisarias ejidales y municipales, mercado, plaza cívica, instituciones eclesiásticas, transportes, correos, telégrafos, telefonía, canchas deportivas y de usos múltiples, panteón, rastro, etc., etc.; todos los beneficios, en su momento, se hicieron en coordinación y con apoyo de la ciudadanía, a base de trabajo, sacrificio y esfuerzo de todos. Nada es obra de la casualidad, mucho menos es producto de alguien en lo individual.
Sin duda, la participación ciudadana de los años del siglo XX, principalmente, nos heredaron un pueblo en condiciones precarias, pero con una actitud de trabajo positivo y de progreso que las nuevas generaciones deben atender.
Sin pretender juzgar a nadie, mucho menos ser crítico, a esa larga lista de personas que aportaron sus ideas y hechos, muchos ya fallecidos, debemos agradecer que actualmente tenemos un Copala prospero, aunque con carencias aún. Reconocer su obra será un asunto del pueblo y sus autoridades.
El Copala “viejo” ahora es el Copala Nuevo, es el pueblo de Copala que cada día exige más dedicación y trabajo de parte de las autoridades para superar necesidades, con una dinámica de ánimo y optimismo. De unidad y compromiso, de lealtad y honestidad. Solo así avanzaremos. Solo así se triunfa.
Hoy, con todo respeto, evocamos la memoria de quienes, a su manera, de acuerdo a sus capacidades y posibilidades, trabajaron mucho por Copala. Ya habrá oportunidad de escribir sus nombres, en otra próxima ocasión. Mientras tanto, que el presente trabajo sea motivo para rescatar parte de esa gran historia. Copala sí lo merece.