Editorial
Ahora que nos encontramos en tiempos de elecciones y que abundan los políticos de siempre en las campañas, sería bueno impulsar una ley “antichapulín”. Un fenómeno común sucede en la mayoría de legislaturas y ayuntamientos del país: el efecto chapulín. Políticos que aún no terminan el cargo por el que fueron designados y ya planean buscar otro espacio público, sin renunciar al primero. Sin duda sería el sentir de muchos ciudadanos, que se hiciera realidad en los políticos chapulines ese maravilloso dicho de “El que fue a la villa perdió su silla”. Así, los perdedores no podrían regresar a seguir viviendo del presupuesto, los que quisieran entrar a la contienda electoral lo pensarían dos veces y habría más forma de que cumplieran con su deber y no dejaran bailando los puestos para los que fueron elegidos. En la actualidad, ¿qué arriesgan? Absolutamente nada. Sin embargo, todos los gobernados perdemos en calidad de servicios porque no les interesa dar más en el puesto que desempeñan: están pensando en lo que harán en el próximo.
