Por César González Guerrero
La desaparición física de alguno de nuestros seres queridos o de cualquier otra persona, es y debe ser motivo de tristeza. En ocasiones hasta sin conocerlos impacta su fallecimiento. Son eventos fortuitos que causan dolor y sufrimiento que no se desean a nadie.
La muerte de alguien, conocido o no, es muy lamentable. Es una pérdida irreparable, que no se puede aceptar y muy difícil de superar. Son cuestiones sentimentales que, en nuestra cultura no es fácil asimilar debido a que durante el tiempo de su ausencia se presentan diversos momentos que no permiten olvidarlos.
Desde los rezos del “novenario”, “cabo de novena”, “40 días”, “9 meses”, “cabo de año”, aniversario de su natalicio, con misas y actos religiosos, y por supuesto el aniversario luctuoso de cada año, no permiten olvidarlos. El paso del tiempo no evita su olvido y en cada detalle están presentes. La solidaridad de la familia y amistades ayuda a la resignación, pero jamás al olvido.
Quienes hemos vivido esa amarga experiencia sabemos que no es sencillo soportar el llanto y guardar el luto por la ausencia de un ser querido y apreciado; estamos ciertos de que la muerte es uno de los destinos más seguros de la vida y estamos plenamente convencidos que más temprano que tarde habrá de llegar. No hay una fecha estimada, como el nacimiento, y sí existe una enorme posibilidad de que puede ser en cualquier momento. De ser así la muerte, como un evento natural será bienvenida, siempre en el entendido de que todo tiene un principio y un fin. Esta dualidad dialéctica no es pesimismo sino una realidad que se debe reconocer.
Este 5 de marzo se cumplirán 15 años del fallecimiento de mi madre Cohinta Guerrero Aparicio, quien en vida fue esposa de mi padre también ya fallecido Santa Cruz González Cortes y madre de Luis Javier, Delta, Yolanda, Amada, Nerida y de este su servidor. Su tumba se encuentra en el modesto Panteón Municipal de Copala, y quienes tenemos oportunidad la visitamos frecuentemente con diferentes motivos. Quienes por diversas razones no tienen posibilidad lo hacen a la distancia con celebraciones de todo tipo. Es un hecho que no se puede olvidar.
Han pasado más cinco mil quinientos días de recuerdos, en eventos litúrgicos: misas, oraciones y evocaciones, y a pesar del tiempo sigue, y seguirá estando presente entre nosotros. Así sucede, creo yo, con todos nuestros muertos, en todas las partes del mundo.
Este 5 de marzo del año 2021, en plena pandemia por el COVID, sus amistades y familiares, sus hijos, hijas, nueras, yernos, nietos, nietas, biznietos y biznietas, dispersos en todas las partes del mundo, principalmente Noruega y Estados Unidos, Ciudad de México, Chilpancingo, Copala, y otras partes de Guerrero, la recordamos nuevamente,
Seguramente el 25 de marzo de este mismo año volveremos a evocar su memoria en ocasión de un aniversario más de su natalicio.
Donde quiera que estén, reiteramos nuestro agradecimiento a familiares y amigos, por sus muestras de apoyo y solidaridad que recibimos cada año y por no olvidarla en los 15 años de ausencia física. Sus muestras de afecto, en memoria de Cohinta Guerrero Aparicio, nos fortalecen y alivian la pena de su partida. Muchas gracias. ¡¡Descanse en paz Cohinta Guerrero Aparicio!!