Editorial
Cuando nos damos cuenta que la corrupción es recompensada, que aspiran a cargos públicos de nuevo muchos sujetos impunes y que la honestidad se convierte en autosacrificio para muchos ciudadanos, observamos que nuestra sociedad está condenada. Sin embargo, intentamos creer que existe una luz de esperanza, y que ésta puede comenzar con nosotros mismos, quienes deberíamos rechazar con todas nuestras fuerzas la deshonestidad y las corruptelas, regresar a los valores básicos, luchar contra las prácticas poco claras, el enriquecimiento ilegítimo, crear conciencia y pasar la voz, cerrar el paso a quienes no sólo no obedecen las leyes, sino que, en su cinismo, atropellan la dignidad de todos. Hacemos una invitación a que en 2020, año previo al electorero y donde se definirán a los candidatos para el 2021, demandemos gobiernos honestos y transparentes encabezados por ciudadanos honorables y eficientes. Ésta es la salida. Si no la tomamos, estaremos condenados a sufrir lo mismo que ahora padecen los veracruzanos con Duarte.