Texto enviado por Alfredo Bustos Ruiz de la Iglesia Nacional Presbiteriana Conservadora “El Buen Pastor”.
Ubicada en 16 de Septiembre N° 27, en el Centro de Chilpancingo, Gro.
A mediados del siglo 19, en América del Norte, un grupo indígena capturó a una cantidad de niños. Varios años después, los secuestradores fueron localizados y los padres de los niños desaparecidos pudieron ir a reconocerlos.
Entre las numerosas madres que acudieron, una de ellas había perdido a dos de sus hijos, un niño y una niña. Ella observó a todos esos niños que habían vivido durante tanto tiempo en el bosque, esperando ver algún rasgo que pudiese reconocer, pero fue en vano. Con el corazón destrozado se disponía a dejarlos cuando de repente se le ocurrió entonar el himno que solía cantarles cuando eran pequeños. No alcanzó a terminar la primera estrofa cuando un niño y una niña salieron del grupo y se precipitaron a ella clamando: ¡Mamá!
Si bien es cierto que hay muchos acontecimientos que las circunstancias de la vida nos hacen olvidar, la enseñanza dada con cariño por los padres durante la infancia queda grabada en la memoria de los niños. Y a veces Dios permite que unos versículos de la Biblia o la letra de un himno que fueron oídos cuando eran pequeños salgan a flote como un salvavidas en medio de una situación difícil.
¿Puede el Señor decir de nosotros lo que dijo de Abraham? “Se que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio” (Génesis 18.19).
“Oye, hijo mío, la doctrina de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre: porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello” (Proverbios 1.8-9).
Contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su fortaleza, y sus maravillas que hizo… a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras Dios, y guarden sus mandamientos.
Salmo 78.4-7