Por Desidor Silva Valle
Voy a tratar de escribir un tema relacionado con el profesor Lucio Cabañas Barrientos.
Lo hago en virtud de que con el paso de los años los recuerdos se van borrando y más con el consumo de bebidas etílicas. Mucho se ha escrito en relación al profesor guerrillero, así han nacido novelas, ensayos, cuentos, poesías, canciones, corridos, etcétera, conocemos a Lucio como estudiante egresado de la Normal Rural de Ayotzinapa, dirigente estudiantil de la F. E. C. S. M.( Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México), militante del M.R.M. (Movimiento Revolucionario del Magisterio) y del P.C.M. (Partido Comunista Mexicano ), fundador y dirigente del Partido de los Pobres y líder guerrillero. Cada escritor describe o enfoca la personalidad del líder según su concepción del mundo y de la vida. Estos modestos garabatos pretenden dar a conocer cómo era el comandante guerrillero en la vida cotidiana y pacífica en la ciudad de Atoyac de Álvarez.
Conocí al profesor en el año de 1964, el que esto escribe tenía 15 años, en ese entonces habíamos terminado la primaria una camada de estudiantes inquietos que aspirábamos estudiar en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Lucio nos llevó a esa institución a realizar exámenes, pero para nuestra mala suerte nadie quedó como alumno, el profesor preocupado nos animaba a quedarnos como “Gaviotas”, es decir a sufrir en la escuela esperando que algún alumno fuera dado de baja para ocupar su lugar, nadie aceptó tal propuesta.
Lucio era muy sensible ante el dolor humano, sencillo, amable y humilde siempre dispuesto a prestar ayuda donde se necesitaba, tal vez procedía de este modo porque había leído a literatos soviéticos como: Tolstoi, Chejov, Máximo Gorky entre otros, su espíritu solidario venía de la lectura del Marxismo.
Los campesinos que bajaban de la sierra y no tenían qué comer Lucio los invitaba y también a nosotros los estudiantes pobres a la fonda de doña “TULA” mamá del gran Dagoberto Ríos Armenta, la señora Armenta le llamaba la atención al profesor porque a veces no le alcanzaba la quincena para pagarle y le decía “profesor por favor ya no invite a tanta gente”, Lucio nada más movía la cabeza.
En aquel entonces los jóvenes de Atoyac estábamos organizados en la Juventud Comunista, pero como el PCM estaba prohibido salíamos a luz pública como: Club de jóvenes Democráticos de Atoyac. Venía del comité central del partido a darnos conferencias, nos exhibían películas, documentales y nos traían propaganda, para regresarse los camaradas, muchas veces no teníamos dinero para su pasaje, entonces recurríamos con el profesor, lo encontrábamos en casa de su tío Onofre estudiando, escribiendo o acostado en catre de jarcia y siempre nos aportaba el dinero faltante.
A veces el compañero Lucio nos invitaba a darle serenata a sus compañeras maestras o del partido, siempre con respeto cantándoles canciones del momento, después nos invitaba café en casa de su tío.
Lucio como todo ser humano le gustaba convivir con sus amigos, frente a mi casa vivía un profesor de nombre Jesús Astudillo, ahí se reunía Lucio, Serafín y Ángel Gómez de los que recuerdo a cantar, dialogar, charlar y por qué no decirlo, a tomar la copa.
En el tiempo que conocí al profesor nunca lo vi enojado, irritado o molesto, en las reuniones con profesores cuando atacaban su línea política o eran dirigidas a su persona, se mantenía calmado, con mucho aplomo y refutaba con pausa los argumentos de sus adversarios, no era un orador de la talla de Othón Salazar, pero era claro y preciso en su exposición, cuando hablaba ante campesinos usaba mucho el diminutivo: maicito, frijolitos, su casita y todo el mundo le entendía.
Una vez que fui a verlo al cerro del “zanate”, ya para entonces tenía encima al ejército y demás fuerzas represivas, lo vi tranquilo y muy calmado, entonces me dije para mis adentros, cómo puede andar así de tranquilo teniendo tantos armados contra él y su grupo.
Lucio fue un hombre leal al pueblo, sobre todo a los caídos el 18 de mayo de 1967 en el zócalo de Atoyac, cuando el partido a través de una comisión lo invitó a salir del país e irse a una república del campo socialista porque su guerrilla no tendría éxito, él se negó argumentando que le dolía profundamente en el corazón los caídos el 18 de mayo, que se sujetaba al devenir de la Historia.
Platicando con mi amigo Juan Hernández Meza me comentó que Lucio decía la frase siguiente: “Hijos de la jijurria”, que cuando llegaba al salón de clases veía que el profesor guardaba una pistola que traía en el cajón del escritorio.
Esta personalidad le conocí al profesor en su quehacer diario, es el hombre de carne y hueso que conocí en mi tierra, tal vez estas breve líneas sirvan para conocer mejor al profesor y guerrillero Lucio Cabañas.
Sé de mis limitaciones y de mis muchos errores por lo que pido mil disculpas.