Por Cuauhtémoc Rea Salgado
Ella era una mujer de aquellas que no se doblegan fácilmente, aquella que cuando aconsejaba iba acompañada de un regaño, cuando llegaba a la escuela siempre entregada a su trabajo y de buen humor, caminaba a prisa pues, para llegar al salón del primer año, turno vespertino, donde los alumnos veían llegar su silueta, una mujer blanca, de mirada llena de luz, y su hermosa sonrisa, al llegar, su cabello chino y negro la distinguía más y resaltaba su belleza, sus pantalones acampanados y su blusa con holanes la hacían ver elegante al llegar todos callaban y solo contestaban los ¡Buenos días profesora!, y un ¡buenos días¡ hacían que nuestros días fueran más ameno.
Juanita Pineda Montufar quien fue una de las primeras en llegar a la escuela “Modesto Alarcón” Junto con Baldomero Flores, que era el director de esa escuela, ella oriunda de Tierra Caliente y amante de su trabajo nos enseñó a escribir, a leer y hasta a saludar y respetar a nuestros semejantes, los valores en las escuelas eran de cajón para la institución.
Cuando la profesora veía que estábamos aburridos nos enseñaba cantando “Allá en la fuente había un chorrito se hacía grandote y se hacía chiquito estaba de mal humor pobre chorrito tenía calor”, “Martinillo Martinillo Dónde estás, dónde estás” y enseñaba los nombres de los dedos también cantando entonaba con aquella voz suave, que incitaba a aprender aquellas bellas canciones que aun rondan en mi cabeza.
Su enseñanza era efectiva en matemáticas le pedían prestado al otro número, mientras que en las divisiones el subir y bajar números era cosa de todos los días mientras que en las fracciones los pasteles los pasteles no fallaban, ah pero si de aprender a leer se trataba nos enseñaba a leer de corrido una y otra vez hasta que aprendíamos la lectura y ni se diga para escribir las lecciones 100 palabras eran del diario para aquellas palabras que no sabíamos escribir.
No sabíamos cómo fuimos aprendiendo los primeros años de la escuela primaria eran fundamentales para nuestras vidas, primero y segundo año donde nos enseñaban a respetar, a tener valores y a aprender sin importar que no hayas estudiado el preescolar, con la profesora Juanita aprendías porque aprendías no había pretextos para aprender si te faltaba lápiz, cuaderno, libro o cualquier otro material, ella hacia equipo donde había y ahí trabajabas, todos pasábamos al pizarrón y con tan solo el rechinar del gis sabíamos que era hora de pasar a resolver problemas, a escribir oraciones, o simplemente a poner el nombre del municipio y la fecha.
Pineda Montufar nunca se enfermaba y a pesar de que en el salón iba un Quico, (Fernando), Una Popis ( Karina), Ñoño (Epifanio), Yadira (la Chilindrina), un Godínez (Jesús ), y yo que me consideraba (Un chavo del 8), quien soñaba con una torta de jamón; la profesora nunca desesperó y con paciencia nos enseñó cada una de las letras, y el por qué teníamos que aprender a leer y escribir y al que no ponía atención se preparaba para los regaños así que todos estábamos en la misma sintonía.
Incrédulos escuchábamos sus enseñanzas que con canciones y dinámicas hacíamos sin saber que poco a poco nos fuimos formando y con valores practicábamos el compañerismo aunque Fernando que era el que más dinero tenía siempre nos entretenía con sus juegos llenos de tecnología y aunque no nos los prestaba nos conformábamos con verlo jugar.
Hoy vi a la profesora y aunque ya camina lento y acompañada siempre de un bastón me reconoció nos saludamos y en mi mente se me vino toda su enseñanza, ella sonrió mientras yo la miraba y me dijo: ¿cómo estas Cuauhtémoc mi alumno?, ella sabía que era uno de los más difíciles para aprender, pero entendía mi situación económica pues ser el noveno hijo de los doce hermanos no es nada fácil y servir hasta de guardaespaldas de Fernando para ganarse una torta en el recreo era cosa de todos los días, charlamos un poco, luego siguió su camino pues va todas las mañanas a comprar al mercado Perseverancia.
Aún conserva su sonrisa, su cabellera china y su belleza aún no se opaca ni con el paso del tiempo, se ha hecho un carácter dulce, ya dejó de ser la docente estricta que era, sus múltiples batallas por la que ha pasado, ha sabido librar, y conservar esa sonrisa aunque a lo largo de la vida haya derramado llanto.
La profesora Juanita es toda una institución andando, sabe mucho más de lo que ustedes piensan y ella sí es un icono de nuestro municipio ella es la culpable de que yo esté escribiendo algo que no sé si van a leer si va a gustar, sin embargo ella me enseñó el secreto de la vida y “ama siempre lo que haces y sé feliz, cuando lo hagas no solo encontrarás la paz si no que también vas a ser más humano”.
“Has las cosas desde dentro de tu corazón no la hagas de afuera hacia adentro has lo contrario, y no importa que les guste o no siéntete feliz con lo que haces y cuando hagas las cosas todo saldrá de maravilla”.
Hoy como quisiera escuchar nuevamente esos regaños, esos consejos esa hambre de que sus alumnos fueran hombres de bien, y quizás no fui uno de sus mejores alumnos pero sí la recuerdo y con ella aprendí mucho a forjar mi carácter hacer lo que más me gusta y amar lo que hago, no soy el mejor pero lo que hago es lo que me gusta.
Hoy vi a la profesora y su sonrisa me volvió a motivar aunque su pelo ya se vistió de blanco, mas conserva su sonrisa, su amor a la vida y camina una y otra vez y siempre que salgo doy la vuelta al mercado esperando para poder verla de nuevo y compartir aunque sea poco tiempo aquella experiencia de la primaria “Modesto Alarcón” donde nuestras vivencias se remontan hasta 1982 cuando los derechos humanos no existían ni la tecnología, donde nos formaban los libros no las máquinas, donde los juegos eran entre humanos y muy sanos.
Y después de muchos años Karina se hizo maestra, mientras que Yadira es dueña de una purificadora en Acapulco, Fernando tiene su carnicería, Epifanio y Jesús se fueron a hacia el norte, Edgar contador, y muchos más profesionistas mientras que yo soy un triste periodista egresado de la Licenciatura de Comunicaciones y artista plástico, no gano mucho sigo pobre pero todos tenemos algo en común: amamos lo que hacemos y esa semilla la sembró la profesora Juanita Pineda Montufar, a quien no hay más palabras que GRACIAS PROFESORA JUANITA, SIENTETE ORGULLOSA DE HABERNOS FORMADO Y HACERNOS PERSONAS DE BIEN.