Editorial
Deberíamos quejarnos más seguidos, no solo entre sindicatos pretextado el Día del Trabajo. Cada queja debería ser apreciada, escuchada, valorada, tomada en cuenta. Vale más una queja que una excusa, porque la queja pone de manifiesto áreas de oportunidad, pone de manifiesto inconformidades. Nunca saldrá lo mejor de nosotros si no se nos escucha, pero sobre todo, si no nos escuchamos a nosotros mismos. Guardarnos las quejas, los señalamientos, las críticas, es mentirnos a nosotros mismos. Guardárnoslas es desperdiciar un potencial invaluable, que es la posibilidad de transformación, de mejora en común, de cambio. Aquella institución que no atiende a las quejas, está destinada al fracaso. Al fracaso, porque en la medida que se vuelve más sorda y más intolerante, irá muriendo, irá encerrándose en sí misma hasta que se derrumbe desde dentro por su propia insostenibilidad. Por eso urge que como se observó ayer entre los diferentes gremios, nos quejemos más seguido, pero sin afectar a terceros.