Por Alberto Solís Loeza
Una vez, hace ya muchos años, quizá porque ya traía la idea de estudiar periodismo; me le acerqué en su vieja y derruida casa ubicada en el centro de mi pueblo, Tenexpa; a pesar de lo uraña que en ocasiones era, a pesar de lo olvidada que estaba en su aseo personal, tal vez por lo que muchos llamaban “la locura” que la envolvía, accedió a platicar conmigo, sin ocultar entre la azul mirada de sus ojos, lo que añoraba con nostalgia… Su tierra natal, Oviedo, sí, su provincia originaria, o lo que comúnmente se conoce como el país Vasco, su nombre era Carolina Vurangueri Torres, o Carola, como todos la conocíamos en el pueblo; en esa época de los años noventa, ya con casi 90 años de edad, se mostró como la mujer bella, rubia y al principio muy amable con la gente del lugar… Luego de muchos años de llegar de España, acompañando al que fue su esposo, un marino nativo del poblado, don Juan de la O; y tras haberse quedado sola, sin hijos y solamente con la familia política, decidió para siempre quedarse entre nosotros los tenexpeños, allá a mediados de los años 90, Carola o Carolina partió para siempre, sus restos quedaron en el panteón de la localidad, lejos, muy lejos de la tierra que la vio nacer, tierra muy parecida con México, según su comparación en esa que fue la única vez que me acerqué a esta mujer que se me hacía muy extraña, a pesar de haber vivido tantas décadas entre nosotros.
Excelente reseña histórica Alberto… Recordamos a doña Caro con cariño y profundo respeto que en paz descanse.. Saludos… Oasis.